Nación321 quiere conocer y dar a conocer qué piensan los jóvenes en México. Con este fin abrimos NUEVAS IDEAS, un espacio para que los ciudadanos escriban sus puntos de vista sobre la realidad que vive nuestro país. Hoy escribe Alexis Barbosa Vargas
La elección de 2016 significó la peor derrota del PRI a nivel estatal, ya que de 32 estados, la oposición pasó a gobernar 16, la mitad de las entidades. Destacaron los triunfos en Durango, Tamaulipas y Veracruz en donde nunca había ganado otro partido que no fuera el tricolor.
El año pasado, el PRI ganó en Coahuila y el Estado México con victorias muy cerradas y bastante cuestionables; sin embargo con la victoria de la alianza PAN-PRD en Nayarit, la oposición pasó a gobernar 17 entidades, con esto, por primera vez en la historia, más de la mitad de los estados saben lo que es la alternancia y ya no son gobernados por el partido en el poder.
Lo anterior se debe a un progresivo desgaste del partido en el gobierno cuyo presidente goza de una impopularidad sin precedentes. Además se suman las condenas a los exgobernadores priistas como Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge.
De esta manera el PRI está frente a un panorama adverso en un año en donde hay elecciones en nueve entidades federativas: Chiapas, CDMX, Guanajuato, Jalisco, Veracruz, Morelos, Puebla, Yucatán y Tabasco.
En cada elección los precandidatos priistas no encabezan las encuestas por lo que suponiendo que el PRI perdiera todas las elecciones estatales de este año llegaría a un punto sin precedente, ya que aún ganando la Presidencia, José Antonio Meade gobernaría con la mayor oposición estatal que un presidente priista haya tenido: 20 estados gobernados por la oposición y tan sólo 12 estados gobernados por el PRI, lo que representaría cerca de un tercio de las entidades federativas.
¿Qué significaría para el PRI no ganar en ningún estado? ¿La derrota inminente del PRI en la elección presidencial? ¿La peor crisis de este partido en su historia? Para acercarnos a la respuesta hagamos un recuento de las derrotas estatales del priismo.
En 1989 se dio la primera victoria de la oposición en un estado con la victoria panista de Ernesto Ruffo en Baja California. Para 1994 los panistas gobernaban en 3 estados y para la elección intermedia de 1997, en donde el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, los panistas gobernaban 6 estados (Baja California, Chihuahua, Jalisco, Guanajuato, Querétaro y Nuevo León) además de la victoria perredista en el Distrito Federal.
El 1999 fue histórico porque la oposición pasó a gobernar 11 entidades, lo que constituía, por primera vez en la historia, la pérdida para el priismo de un tercio de las entidades: 7 gobernadas por el PAN y 4 por el PRD.
En el 2000, México conoció la alternancia a nivel nacional gracias a la victoria del PAN en la Presidencia; mientras que a nivel estatal el blanquiazul pasó a gobernar en 8 estados y el PRD 5.
De 2001 a 2006 panistas y perredistas gobernaron en 15 estados, casi la mitad de las entidades federativas. La peor crisis del PRI en la historia, hasta ese momento, pues en 2006 el PAN gobernaba en 9 estados y el PRD en 6. Además, el PRI vivió la estrepitosa derrota de Roberto Madrazo en la elección presidencial.
Pero la crisis priista nunca marcó el fin del partido, ya que si bien no gobernaban el poder central, los estados pasaron a ser precisamente fuente de poder y dinero para el PRI que mediante gobernadores monárquicos fueron abriendo paso al progresivo retorno priista.
En la elección de 2009 el PAN perdió en Querétaro y San Luis Potosí, frente al PRI que pasó a gobernar en 19 estados. El hartazgo a los gobiernos supuestamente de alternancia y que difícilmente representaron un verdadero cambio, sobre todo los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, llevaron al PRI a la victoria en 2012.
Esto provocó que pasara a gobernar 21 estados, dos tercios de las entidades federativas. Para el 2015, año de la irrupción de Morena y la victoria de un independiente en Monterrey, el mapa electoral se movió poco ya que el PRI gobernaba aún en 20 estados.
Para 2018, con un candidato con poca credibilidad y un rechazo de gran parte de la población, el PRI podría enfrentar la peor crisis de su historia, ya que al igual que en 1999 y en 2006, la pérdida de estados frente a otros partidos marcaron la antesala de su derrota.