Sepultureros mexicanos, los héroes olvidados ante el COVID-19

El ritual en las funerarias ha cambiado desde que llegó el COVID-19
El ritual en las funerarias ha cambiado desde que llegó el COVID-19
Nueva normalidadEl ritual en las funerarias ha cambiado desde que llegó el COVID-19
AP
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2020-06-08 |13:20 Hrs.Actualización13:19 Hrs.
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Porque la muerte ha dejado e ser el ritual 

Sepultureros y trabajadores de crematorios en México luchan por mantener el ritmo mientras el país registra cada vez más muertes por el nuevo coronavirus y al mismo tiempo se alivian gradualmente algunas restricciones para contener la propagación de la enfermedad.

Trabajadores en el cementerio municipal San Lorenzo Tezonco, en el oriente de Ciudad de México, contaron durante entrevistas con The Associated Press que han enterrado más cuerpos en las últimas semanas que lo que jamás habían visto antes.

Antonio García dijo que actualmente cava entre 15 y 20 tumbas al día, y ha enterrado a más de 500 víctimas de coronavirus.

Su agotado colega, Melvin Sanuario, se limpia tierra del rostro. “En cada una de ellas nos demoramos más de una hora”, comentó.

El trabajo es física y emocionalmente agotador, y los trabajadores constantemente tienen temor de infectarse. Se vuelve incluso peor cuando tienen que usar trajes de plástico blanco anticontaminantes que sellan el calor y sudor cuando bajan los ataúdes y tapan las tumbas.

“Entre el calor y la tierra que nos sofocan… Sepultamos los féretros aún con miedo al contagio. Tenemos familia que proteger”, comentó García.

“Es una labor no reconocida del panteonero”, agregó. “Al contrario, recibimos maltratos, somos los olvidados, los héroes anónimos. El último eslabón de esta pandemia”.

Mientras los dos hablan, una carroza llega con otra víctima de COVID-19. Son fáciles de distinguir porque los ataúdes están envueltos en plástico transparente y son llevados a una sección especial del cementerio para entierros por coronavirus.

Los mismos trabajadores cargan los ataúdes, un trabajo que en el pasado podían hacer los dolientes. Pero bajo las reglas especiales para contener la propagación de la pandemia, sólo se permite que dos familiares acompañen al féretro a la tumba.

Los entierros ya no son como eran antes; ahora duran apenas unos 15 minutos.

No hay bandas, música, ni llantos; sólo el inusual silencio, el ruido de las palas golpeando la tierra seca, que es levantada por el viento.