En una modesta funeraria de la alcaldía Gustavo A. Madero, familiares y personas cercanas despidieron con cariño a doña Carmelita, una mujer de 84 años conocida por vender gelatinas junto a su esposo en las calles del norte de la capital.
El velorio, realizado el lunes 14 de abril, fue un acto íntimo al que asistieron no más de 15 personas. La familia costeó todos los gastos funerarios, ya que ninguna aseguradora ni autoridad se hizo responsable.
Carmen Serrano, como era su nombre completo, perdió la vida tras haber sido atropellada dos veces en menos de una hora. El incidente ocurrió la mañana del 11 de abril, en el cruce de las calles Paganini y Clave, colonia Vallejo.
Esa mañana, como tantas otras, salió con su esposo Dionisio a vender gelatinas. Ambos se dirigieron a un mercado cercano para ir al baño y comprar un atole, cuando sucedió la tragedia.
Un camión de pasajeros la atropelló primero. Su esposo acusó en el medio Telediario que el conductor “iba con el celular en la mano, motivo por el cual no vio a la mujer cuando dio la vuelta”. Minutos después, cuando ella aún se encontraba herida sobre el pavimento, una patrulla del sector Tepeyac que acudía al lugar la arrolló nuevamente.
Gravemente herida, Carmen fue trasladada por paramédicos del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) al hospital de urgencias de La Villa. Aunque recibió atención médica, falleció la noche del sábado 12 de abril debido a la gravedad de las lesiones.
Su esposo denunció también malos tratos por parte del personal de limpieza y vigilancia del hospital, quienes —según dijo— hicieron comentarios despectivos sobre el estado de salud de la víctima.
La familia ha expresado su indignación ante la falta de información por parte de las autoridades. “Las autoridades no les han comentado nada al respecto sobre la situación jurídica y avances en la investigación”.
Actualmente, tanto el conductor del microbús como el policía que manejaba la patrulla se encuentran detenidos en el Reclusorio Oriente, vinculados a proceso por el delito de homicidio culposo. La familia ha sido clara: no otorgarán el perdón y exigen justicia “hasta las últimas consecuencias”.
Carmen fue sepultada en el panteón de San Isidro, en Azcapotzalco, dejando tras de sí no solo el dolor de su pérdida, sino también la exigencia de que su muerte no quede impune.