“No te vamos a entregar a los niños”, la tormenta que se convirtió en lucha

Pasar de la tormenta al activismo, para sumarse a la lucha por las mujeres
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Violencia vicaria.Pasar de la tormenta al activismo, para sumarse a la lucha por las mujeres
Especial Nación321
Enrique Vega
2024-11-25 |06:11 Hrs.Actualización06:08 Hrs.

En el marco del Día Internacional para la erradicación de la Violencia contra las Mujeres buscamos una serie de historias que muestren cómo a lo largo de los años, se han “normalizado” este tipo de agresiones y quisimos hacerlo lo más cercano, por ello las vivencias que leerás a continuación, están narradas como ellas lo estuvieran contando: 

En marzo de 2021, mi exesposo y papá de mis hijos se los llevó para que convivieran con él durante una semana.

Por un supuesto problema con su auto, él me los entregaría dos días después de lo acordado.

Llegó el día de volver a verlos, pero tenía un presentimiento de que algo no estaba bien. Sophia, mi hija mayor, llevó consigo un celular que le servía para estar en comunicación constante conmigo, esa era nuestra dinámica cada que salía de casa o estábamos lejos.

Sin embargo, en esa semana que estuvo con su papá —de quien me separé tras 6 años de  matrimonio— mi hija me bloqueó de WhatsApp en diferentes ocasiones y apenas pudimos tener contacto, una situación inusual.

Cuando por fin los fui a recoger, a su llegada de un viaje a Jilotepec, Estado de México, toqué el timbre de la casa de mi expareja, en Atizapán de Zaragoza y, luego de unos minutos, salió su novia a decirme: “no te vamos a entregar a los niños”, pese a que, tras el divorcio, yo tenía la custodia de los menores.

Después, él salió del garaje y, a través de la reja, me mostró un papel que apenas pude ver de lejos y me advirtió: “tienes una orden de protección, porque te denuncié por violencia familiar, no te los puedes llevar”.

Enseguida llegaron patrullas y policías que me indicaron que no podía estar cerca de la vivienda. Sin saberlo, había empezado un proceso legal que se prolongó por 23 meses, el mismo tiempo que pasé sin tener a mis hijos.

Con dificultad los vi un par de ocasiones, en encuentros fugaces en los que ninguno de los tres entendía lo que estaba pasando. El proceso, de por sí difícil por estar separada de Sophia y Matteo, se complicó por una serie de irregularidades que me sumergieron en un problema mayor, en el que más tarde descubrí que había colusión entre mi exesposo, mi defensa legal y las autoridades del Ministerio Público.

Por un lado, mi abogado parecía no moverse para defenderme y, tras un complicado acceso a la denuncia en mi contra, y luego de un cambio de defensa legal, pude leer de qué se me acusaba.

Al leer la carpeta de 15 páginas, me enteré que se me señalaba de maltratar a mis hijos, de encerrarlos en el clóset, de abandonarlos en gasolinerías, de castigarlos machucándoles los dedos, acciones por las que, además, fui vinculada a proceso por el delito de violencia familiar.

Debí presentarme a la primera audiencia, sin notificación previa alguna. Alguien había estado firmando los avisos a mi nombre, lo que me dejaba ver ante la ley como alguien que desacataba órdenes judiciales.

La verdad, me asistió tras 14 meses de enfrentar audiencias, de ver testimonios de cosas que supuestamente le había hecho a los niños, de versiones que no cuadraban entre sí, de cambiar de abogados y hasta de jueces.

Me absolvieron de los cargos, en un veredicto en el que, además, se asentó que el papá de mis hijos actuó en una clara venganza planeada para dañarme, usando a mis hijos como vehículo para lograrlo.

En el proceso me di cuenta de que mi exmarido, de quien me separé por conductas violentas y machistas y por no cumplir con la manutención de los niños, manipuló a mis hijos, no sólo para que testificaran en mi contra, sino para hacer que tuvieran una percepción errónea de su mamá, logrando que me culparan de una situación que él creó, algo que me lastimaba como mujer y como madre. En la realidad que les pintó, les hizo creer que yo estaba internada en un hospital psiquiátrico.

Al obtener la restitución final de la custodia de mis hijos, debí trabajar en la relación con ellos, algo que no me llevó mucho tiempo, debido a que recuperé su confianza en un proceso orgánico.

Mi caso fue viralizado en redes sociales, cuando hice pública mi situación, con la intención de que mis hijos supieran que su mamá estaba luchando por volver a verlos.

La violencia que viví tiene nombre y apellido: padecí violencia vicaria, un tipo de agresión que empecé a difundir entre la sociedad; desde entonces, varias mujeres que han pasado por algo similar me escucharon, lo que a su vez me llevó a ser una de las fundadoras del Frente Nacional contra la Violencia Vicaria, que a finales de 2024 aglutina a 5 mil mamás que padecen lo mismo que yo y a quienes ayudamos a enfrentar las violencias a las que son sometidas por parte de los padres de sus hijos.