Desde hace semanas, la sede de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) en Naucalpan se ha convertido en un punto de encuentro para miles de migrantes que buscan iniciar su trámite de asilo en México. Familias enteras, provenientes de países como Haití, Venezuela, Cuba, Ecuador, Guatemala y Honduras, pernoctan en las calles cercanas a la oficina, formando filas que se extienden por varias cuadras.
El cierre de la frontera norte con Estados Unidos provocó un incremento en el número de solicitantes de asilo en la COMAR de Naucalpan. Sin embargo, la capacidad de atención de la institución es limitada: aunque el personal atiende a 300 personas por día, la llegada de migrantes supera los mil 500 diarios.
Con fichas numeradas, migrantes cubanos y venezolanos ingresan cada mañana con la esperanza de conseguir el documento que les permita trabajar legalmente y acceder a mejores oportunidades.
Mientras tanto, muchos han optado por alquilar camionetas de turismo por 2 mil 500 pesos, con capacidad para 14 personas, para trasladarse desde municipios mexiquenses como Tecámac y Nezahualcóyotl, o desde el sur de la Ciudad de México, en alcaldías como Tláhuac y Magdalena Contreras.
La falta de infraestructura básica en las inmediaciones de la COMAR agrava la situación de los solicitantes de asilo. No hay agua, baños, seguridad ni espacios de sombra, lo que obliga a los migrantes a soportar el calor del día y el frío de la madrugada en condiciones extremas. Algunos, sin otra opción, defecan en un pequeño canal de aguas negras cercano.
Vecinos de la colonia San Luis Tlatilco han exigido a la alcaldía de Naucalpan el envío de ayuda humanitaria, incluyendo carpas, servicios médicos y mayor seguridad pública. También han expresado su preocupación por el riesgo de que bandas criminales dedicadas a la trata o el tráfico de personas lleguen a la zona.
Por su parte, la alcaldía ha declarado que en la zona “se encuentran migrantes ya establecidos en nuestro país” y que, aunque hay presencia intermitente de seguridad ciudadana, también han acudido personal de Desarrollo Social y del DIF municipal para atender la crisis.
A pesar de las dificultades, la esperanza de muchos migrantes sigue intacta: conseguir el reconocimiento como refugiados y construir una nueva vida lejos de la violencia y la precariedad que los obligó a huir de sus países.