Fernando Dworak: Andrés Manuel los mal acostumbró

Apapachos de AMLO.El mandatario podría enfrentar cualquier crisis o escándalo por la credibilidad que forjó por años
(Cuartoscuro)

Una habilidad que les cuesta mucho trabajo a nuestra clase política es la capacidad para manejar adecuadamente una crisis de comunicación. Y no se trataría en principio de algo difícil: hay protocolos y reglas básicas para esas eventualidades, como tener una vocería, empatizar con quienes padecen el problema, decir toda la verdad desde el inicio o actuar lo más pronto posible, antes de perder el control sobre la narrativa.

Sin embargo, una y otra vez se tropieza con la misma piedra. Otro gallo le hubiera cantado a Peña Nieto si Angélica Rivera hubiese estado debidamente asesorada ante la crisis de la “casa blanca”, o si Jesús Murillo Karam hubiese tenido empatía hacia los padres de los 42 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa. Al contrario, la imagen de la entonces primera dama es usada como memes para ejemplificar un mal manejo de crisis y el hashtag #YaMeCansé recorrió varias veces el planeta, como ejemplo de indolencia. Ambas cosas acabaron con la credibilidad del gobierno del mexiquense y contribuyeron considerablemente al triunfo de López Obrador en 2018.

Son contados los casos de buen manejo de crisis, y se reducen fundamentalmente a las campañas políticas. Mis favoritos: cuando el entonces candidato al gobierno de Tamaulipas por el PAN, Francisco García Cabeza de Vaca, respondió a las acusaciones del PRI sobre supuestos nexos con el narcotráfico en 2016, y un video de la hoy gobernadora de Chihuahua, Maru Campos, burlándose de las acusaciones de Javier Corral por la caja china – er… perdón: caja chica que supuestamente administró César Duarte para, según el hoy senador de Morena, sobornar a media clase política local.

Lo anterior viene a cuento por la nota aclaratoria que publicó el pasado 10 de diciembre la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el conocimiento de la secretaria, Alicia Bárcenas, por la recepción que tuvo lugar en el Museo Nacional de Arte el pasado 8 de octubre, por el matrimonio de uno de sus altos funcionarios, cuando de hecho asistió al evento. Este manejo no hizo más que atizar la crisis de comunicación.

A esa insistencia por no entender lo básico sobre manejo de crisis, el actual gobierno vivió el excepcional caso de López Obrador. Durante todo su sexenio enfrentó escándalo tras escándalo, manteniendo un alto nivel de aceptación mientras cualquiera de esas crisis hubiera tirado a otros gobiernos. ¿A qué se debe? Podríamos señalar los siguientes tres elementos:

Primero. López Obrador se hizo a lo largo de su carrera política una imagen creíble de político puro en intenciones y honesto a ultranza, haciendo que su discurso adquiriese una estatura moral ante sus seguidores.

Segundo. En lugar de hablar de las crisis en su verdadera magnitud, su fuerza moral le permitió arraigar la percepción de que todo se trataba de embates de los “conservadores”, la “mafia del poder” o cualquier otro calificativo que se usaba.

Tercero: la oposición solo se redujo a atacar y cuestionar, nunca a entender por qué perdieron, hacer autocrítica y entender la retórica del presidente. De esa forma, acabaron afianzando las creencias que buscaba implantar el tabasqueño.

Lamentablemente, los atributos que hacían a López Obrador imbatible no son transmitibles. Eso hace que, mientras se vayan bajando las emociones que el expresidente movilizaba, sea necesario volver a la ortodoxia en el manejo de crisis de comunicación – como justamente vimos esta semana.

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