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Fernando Dworak: Los únicos tontos en el debate público

¿Y sus fieles seguidores?.George Orwell decía que el peor error que podríamos cometer es creer que las personas que nos son políticamente contrarias son tontas, o deshonestas
(Especial)

Uno de los efectos más lamentables cuando gana las elecciones un gobierno populista es ver la incapacidad de la oposición para leer por qué perdió el poder. Por ejemplo, algo que vimos en México y que se repite en Estados Unidos es creer que quienes simpatizan con López Obrador y Trump son gente tonta, o lo hace por las dádivas. Si observamos bien, esos ataques constituyen gran parte de las anécdotas, caricaturas, memes y argumentos en contra de los gobiernos.

Sin embargo, debemos cuestionarnos sobre quiénes son en realidad los tontos – y quizás no son las personas señaladas por quienes restriegan a terceros su superioridad moral.

Decía George Orwell que el peor error que podríamos cometer es creer que las personas que nos son políticamente contrarias son tontas, o deshonestas. La razón, negar la inteligencia a quienes se oponen es hacerlas impredecibles en su actuación, lo cual nos imposibilita entender sus motivaciones o tácticas; lo cual es un despropósito estratégico elemental.


Podría añadir que negar la honestidad de las personas contrarias hace que no podamos empatizar con sus posiciones, poniéndolas a un paso de la cosificación. Si se atraviesa ese umbral, la historia muestra que siguen la segregación, la reeducación y en algunos casos extremos, el exterminio.

Además, en un entorno donde dominan las emociones, el ataque hace que cada quién se reafirme en sus creencias, en lugar de atender los argumentos contrarios. Lejos de ser tontos, cuando involucramos nuestros sentimientos comenzamos a creer en algo y dejamos de cuestionarlo. Cuando eso sucede, bloqueamos la información que nos contradice, dando varias “maromas” lógicas para reafirmar lo que creemos. En breve, no hay gente tonta: somos tan inteligentes como para autoengañarnos con argumentos que nos reconforten.

Todavía peor, reducir a los oponentes a gente tonta o deshonesta es ignorar por qué el discurso contrario permea ante un grupo, y particularmente la responsabilidad que el bando propio tiene al respecto. Ignoramos que los argumentos de cada parte son, por lo menos, atendibles.


Lo más interesante de la afirmación de Orwell es que se puede aplicar tanto para gobiernistas como opositores radicales, quienes todos los días se entrecruzan insultos y calificativos. Al negarse a entender la complejidad de los asuntos públicos y sus intereses, dinamitan los puentes de entendimiento que deberíamos construir. ¿Quiénes ganan? Las personas que medran de la polarización, sea cual fuere el extremo.

Bajo todo este entendido, ¿no es hora de que aprendamos que las únicas personas tontas son quienes creen que el otro bando está compuesto por gente tonta o deshonesta? Entre más rápido lo mentalicemos, mejor podremos silenciar el ruido blanco.

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