Opinión

Fernando Dworak: ¿El primer revés de Claudia Sheinbaum?

El magisterio.El revés a la reforma al ISSSTE es inédito y podría hablar más de la capacidad de chantaje del magisterio
(Cuartoscuro)

Esta semana, tras una reunión con la Central Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), la presidenta Sheinbabum retiró de la Cámara de Diputados su iniciativa de reforma al ISSSTE. Por más que se le quiera matizar, este evento es inédito y podría hablar más de la capacidad de chantaje del magisterio antes que de la voluntad política por parte del ejecutivo. ¿Cómo se llegó a esto? ¿Había alternativa?

El primer elemento que llama la atención es que el proceso legislativo se hizo para, a través de la lentitud y el cansancio, lograr acuerdos legítimos para todas las partes. Se trata de una serie de procedimientos que, de haber interés en que prospere una iniciativa, toma por lo regular meses desde la introducción de una iniciativa, su turno a comisiones, el proceso de dictaminación, el de votación y su repetición en la cámara revisora.

Cada uno de los pasos del proceso legislativo está pensado en bajar la intensidad de la discusión, permitir que todas las partes hablen aún sabiendo que no podrán modificar algo, y fomentar discusiones donde el cansancio sea el mejor incentivo para el acuerdo. Además, cada etapa se presta para diversos usos tácticos, que faciliten o dificulten los consensos.


El mejor ejemplo de lo arriba descrito son las consultas que se pueden realizar para una iniciativa, mal llamadas “parlamentos abiertos”. Según el interés de quienes los organizan, pueden servir para posicionar y legitimar un tema poco conocido, o desarticular su apoyo a través de la exposición. En todo caso, una vez más se trata de ayudar a que una iniciativa sea aprobada o modificada, según sean las capacidades que tengan los diversos actores.

De hecho, vimos un gran ejemplo de dilación táctica con la decisión del diputado Ricardo Monreal para posponer la discusión de la entonces iniciativa de reforma al Infonavit de diciembre a febrero. Como resultado, ese espacio sirvió para modificar la propuesta del Ejecutivo y con ello facilitar su aprobación por parte de los diversos intereses involucrados.

Al contrario, durante los últimos años se nos ha acostumbrado a que Morena y aliados aprueben de manera rápida y prácticamente sobre las rodillas las iniciativas del gobierno. Eso no solo ha producido piezas legislativas altamente deficientes: la rapidez contribuye al avasallamiento del oficialismo, al dominar las emociones sobre la discusión.

Entonces, si hay varios recursos para modificar una iniciativa y hasta “congelarla” indefinidamente si así conviene, ¿por qué se optó por una medida poco común y que refleja, a final de cuentas, debilidad? Si lo vemos con frialdad, la propia presidenta hubiera optado por no presentar una iniciativa si supiese que no se aprobaría, pues eso desgastaría su imagen y credibilidad. Especialmente en estos momentos donde necesita reflejar fuerza, templanza y capacidad de decisión.

Entonces, ¿por qué López Obrador presentó durante la recta final de su mandato una serie de iniciativas de reforma que sabía que no serían aprobadas? Porque su imagen, discurso y retórica daban para implantar la creencia de que sus intenciones eran buenas y otros, la “mafia del poder” querían hacer que fracase. Gracias a esto pudo convertir sus derrotas en planes ‘B’, planes ‘C’ y tejer un mensaje que ayudó en buena medida a la aplastadora victoria del año pasado. Pero esas cualidades no son transmisibles o heredables.

A reserva de tener en los próximos días mayores elementos de análisis sobre contextos y posturas, el retiro de la reforma al ISSSTE es un revés para la presidenta Sheinbaum, ante un grupo que todo indica tiene alta capacidad de chantaje y disuasión que no puede superarse con sarcasmos en las “mañaneras”, bravuconadas o retórica. Esto podría ser un punto de inflexión quizás no en la eficacia de este gobierno, pero sí respecto a sus capacidades operativas.

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