Durante las recientes campañas electorales se escucharon voces que decían que el enojo ciudadano es tan grande que no es posible que el PRI pueda ganar limpiamente elecciones.
La lógica es que, si por lo menos 8 de cada 10 personas está molesta con el gobierno, al partido gobernante no le alcanza para ganar. El recurso retórico usual es que, si gana, es por fraude.
Sin embargo, hay otra manera de ver esa aparente discrepancia entre el enojo y el apoyo al partido del presidente Peña: la insatisfacción no necesariamente se traduce en un voto antiPRI.
Incluso, parte de la insatisfacción proviene de las filas priistas que mantienen un voto leal a su partido, según revela la más reciente encuesta nacional que hicimos en El Financiero y cuyos resultados se han publicado esta semana.
De acuerdo con la encuesta, hay electores insatisfechos que votan por el PRI. O quizás sea más preciso decir que hay priistas que están insatisfechos pero se mantienen leales a su partido. Por ello resulta una falacia argumentar que toda la insatisfacción que se registra en las encuestas es antipriista.
En la encuesta se formuló a los entrevistados la siguiente pregunta: “En general, ¿está satisfecho o insatisfecho con la manera en que marchan las cosas en el país?” El 15% de los entrevistados dijo estar satisfecho, mientras que el 85% está insatisfecho.
Esto significa que la insatisfacción aumentó 10 puntos porcentuales en un año, ya que en junio de 2016, el 25% de los encuestados se dijo satisfecho y 75% insatisfecho, datos que comenté en este mismo espacio (“Insatisfechos”, 15 julio 2017).
En ese momento apunté lo siguiente: “El porcentaje de satisfechos es muy parecido a la intención de voto con la que cuenta actualmente el partido gobernante a nivel nacional. Pero la insatisfacción es mucho más grande que las oposiciones por separado”.
Mi lectura actual de la insatisfacción comparte parcialmente esa visión de hace un año, pero discrepa en otro sentido. El PRI luce hoy más fuerte que el sentido de satisfacción, en términos proporcionales, y, como dije anteriormente, el PRI también capta apoyo entre los insatisfechos. La insatisfacción no es un bono exclusivo para las oposiciones. Veamos algunos números de la encuesta.
La minoría de satisfechos expresa las siguientes preferencias por partido político en su intención de voto para presidente: lidera el PRI con 34%, seguido por el PAN, con 23%; Morena, con 15%, y el PRD, con 10%.
Si se le suman los votos de sus aliados usuales, el PRI sube a 40% entre los electores satisfechos.
En contraste, entre la gran mayoría de insatisfechos, el PAN lidera con 26%, Morena tiene 24%y el PRI, 23%, un triple empate estadístico a tercios. El PRI se mantiene competitivo aun entre los electores que expresan su insatisfacción con el estado de las cosas.
En voto para diputados federales, el Revolucionario Institucional incluso aumenta su fuerza, al obtener sin aliados el 41% del voto de los satisfechos y el 25% de los insatisfechos, quedando sólo 2 puntos detrás del PAN en ese segmento y 3 adelante de Morena.
En escenarios con posibles candidatos la historia más o menos es la misma: Entre la minoría de electores satisfechos, el puntero del PRI, Miguel Ángel Osorio Chong, aparece en primer lugar, con 38%, sacando una ventaja de 16 puntos sobre Zavala del PAN (24%) y 22 puntos arriba de AMLO (16%).
Entre la mayoría insatisfecha, Osorio cae a tercero (21%), pero atrae a una quinta parte de los electores más hostiles, entre quienes AMLO obtiene un tercio (33%) y Zavala un poco menos del tercio (29%).
Por lo visto, la insatisfacción no es un voto completamente antiPRI, sino más bien un voto dividido principalmente entre las oposiciones, pero que abona también al partido gobernante.
Por ello, la movilización del enojo es una estrategia que debe revalorarse y matizarse rumbo a 2018 por parte de todas las opciones políticas, incluido el PRI.