Ya sea para afianzar apoyo para sus candidatas y candidatos, o para desactivar el apoyo de sus oponentes, las campañas electorales suelen movilizar algunas diferencias importantes entre los electores.
El electorado mexicano en 2024 muestra varias divisiones políticamente relevantes. Una de ellas está definida por la porción de electores que reciben beneficios o apoyos de programas sociales gubernamentales, ya sea ellos de manera directa o sus familiares, y la porción que no recibe ese tipo de beneficios o apoyos del gobierno.
De acuerdo con las encuestas nacionales de El Financiero realizadas en enero y febrero de este año, antes del arranque de campañas, el electorado se divide casi en dos mitades bajo ese criterio: una que recibe beneficios y apoyos del gobierno por vía de los programas sociales (52 por ciento), y otra mitad que no recibe beneficios ni apoyos (48 por ciento).
El sondeo revela que, de ese 52 por ciento que reporta recibir apoyos de programas sociales, 8 por ciento los recibe directamente, 37 por ciento afirma que los apoyos los recibe algún familiar o familiares suyos, y 7 por ciento respondió que recibe directamente apoyos, pero también algún familiar; es decir, ambos.
Los programas sociales van dirigidos a diversos segmentos en el país, pero el perfil de los beneficiarios que arroja el sondeo indica que los apoyos sociales del gobierno tienden a concentrarse un poco más entre mujeres que entre hombres, y mucho más entre las personas de mayor edad, entre las de menor escolaridad y, principalmente, en la región sur del país, aunque también hay una proporción mayoritaria en la región norte. Donde menos se reportan beneficiarios de programas sociales es en la región centro-occidente.
La frase “amor con amor se paga” que el obradorismo ha tomado como uno de sus lemas políticos puede verse con claridad en el hecho de que, entre la población que es beneficiaria de programas sociales, la aprobación al Presidente registra 69 por ciento. Y si se consideran solamente a quienes reciben apoyos o beneficios directamente, el nivel de aprobación al mandatario federal es todavía más alto: 72 por ciento.
En contraste, entre los no beneficiarios, la aprobación a AMLO es apenas 38 por ciento.
A pesar de que estos datos muestran patrones de apoyo muy marcados al Presidente, la pregunta política más relevante del momento, y con miras al 2 de junio, es si la expectativa de “amor con amor se paga” se traduce a la arena electoral.
La respuesta es que muy probablemente sí. De acuerdo con las encuestas que se publicaron en estas páginas los días 29 de enero y 1 de marzo, cuyos informes se entregaron al INE, la intención de voto por Claudia Sheinbaum registró entre 48 y 50 por ciento, mientras que el apoyo a Xóchitl Gálvez registró entre 32 y 33 por ciento. Diferencias de 16 y 17 puntos porcentuales.
Según las encuestas de enero y febrero, la ventaja de Sheinbaum es por lo menos el doble de eso entre las personas que reciben beneficios de programas sociales. Su nicho más favorable es 7 por ciento de personas que reportan ser beneficiarias, tanto ellas, como algún familiar.
Por el contrario, Xóchitl Gálvez aventaja sobre Sheinbaum entre el electorado que no recibe apoyos ni programas sociales hasta por 10 puntos. O sea, Xóchitl lleva la delantera entre el electorado no beneficiario.
Como puede apreciarse, el electorado está dividido en dos partes muy claras: una que recibe apoyos sociales del gobierno y da su apoyo al partido gobernante, y otra que no recibe apoyos y prefiere a la oposición.
Esa división implica dos contiendas presidenciales distintas que inciden en la estrategia: entre beneficiarios, la ventaja de Sheinbaum es amplia, pero entre no beneficiarios la candidata de oposición lleva la mano.
La pregunta que probablemente se derive de esto es si los apoyos y beneficios de programas sociales inciden o no en la participación electoral.
Las encuestas de enero y febrero de las que se derivan estos datos son todavía muy tempranas para captar con nitidez la probable participación del 2 de junio, pero ya arrojan algunos elementos. El electorado que es beneficiario de apoyos lucía más probable de votar que el no beneficiario. Veremos si la brecha de probable participación entre ambas mitades del electorado se modifica en estas semanas de campañas.