La discusión pública ha tomado en estos días varias ramificaciones a una gran velocidad. Ofrezco aquí un breve comentario sobre algunos de los temas que están ante la opinión pública.
1. Desde antes de que la Suprema Corte la declarara constitucional, la propuesta del Presidente López Obrador de hacer una consulta sobre los expresidentes contaba con amplio apoyo ciudadano, 70 por ciento según la encuesta de El Financiero realizada a finales de septiembre y publicada el 5 octubre.
AMLO ha dado señales de que el juicio a los expresidentes podría ser más un asunto en al ámbito de la ley de la reputación o de la opinión, como le llamaba el filósofo y constitucionalista John Locke, que en el ámbito de la ley civil.
Más allá de si hay o no un proceso legal, la consulta podría poner oficialmente en los expresidentes algún tipo de etiqueta para la historia. Ahí quedan las encuestas realizadas durante sus administraciones como evidencia de cuál era el sentir popular cuando ejercieron el cargo. Por lo pronto, con sus enmiendas al fraseo de la pregunta del presidente, la Suprema Corte dio una muestra de gusto por las encuestas.
2. El INE también se tuvo que volver encuestador con el asunto de la selección del liderazgo de Morena. Pero cada vez que las cosas no salen como se esperaban, por aquello de los empates estadísticos que arrojan los ejercicios demoscópicos, proponen hacer otra encuesta--ya van en la tercera--a ver si esa sí resuelve.
Hay que tomar en consideración que aún hay probabilidad de que pudiera prevalecer el empate estadístico, y, en teoría, podría haberlo indefinidamente; pero lo bueno es que las empresas encuestadoras que contrata el INE están prestas para seguirle, al fin que Morena paga. Me pregunto si, para el futuro, no será mejor recuperar el antiguo método democrático ateniense de elección por lotería, el reclutamiento de líderes dejado al factor suerte entre los posibles candidatos, algo así como la rifa de Morena. Quizás cause menos conflictos que la encuesta (y menos preocupaciones que la rifa del avión).
3. La política de austeridad sigue en marcha y el tema de los 109 fideicomisos ha causado revuelo. De acuerdo con una encuesta nacional de El Financiero realizada del 9 al 11 de octubre, el 28 por ciento de los consultados aprueba y 62 por ciento desaprueba la decisión de la Cámara de Diputados de eliminar 109 fideicomisos, incluido el Fondo para Desastres Naturales y fondos para ciencia y tecnología, entre otros.
Además, al preguntar si creen que el gobierno usará bien o mal el dinero que se libera (equivalente a 68 mil millones de pesos), el 34 por ciento cree que se usará bien, pero una mayoría de 54 por ciento cree que se usará mal. La retórica de que con estos recortes se combate la corrupción y, de paso, los privilegios no se tradujo en apoyo en este caso.
Quizás más importante aún, la encuesta denota una falta de confianza ciudadana en que el destino de los recursos será mejor. Por lo visto, una es la confianza que la gente tiene en el presidente, y otra la desconfianza que, al parecer, sigue habiendo en el gobierno. Además, los costos reputacionales de esa decisión parecen estar recayendo en el Congreso, no en el Ejecutivo.
4. La encuesta que publicó El Financiero esta semana sobre las perspectivas ciudadanas respecto a la pandemia traen una noticia buena y una mala. La buena es que, por primera vez, la percepción de que ya se están reduciendo los contagios es la creencia más común entre la gente, con un 41 por ciento de menciones.
Rebasó a la creencia de que los contagios siguen al alza, que suma 38 por ciento. La insistencia del presidente de que la pandemia ya estaba domada desde tiempo atrás finalmente empieza a tener algo de eco entre la ciudadanía. La mala es que la mayoría de la población percibe que la pandemia todavía va para largo: el 61 por ciento cree que saldremos hasta dentro de cinco meses o más. Esos que perciben que va para largo, son los que expresan un mayor pesimismo respecto a la economía del país. En otras palabras, las expectativas de larga duración van de la mano con un mayor pesimismo económico.