Alejandro Moreno: Una historia de errores

Aunque ya sea costumbre y vicio, no hay que juzgar los resultados de las encuestas antes de los comicios
Aunque ya sea costumbre y vicio, no hay que juzgar los resultados de las encuestas antes de los comicios
2 de junio.Aunque ya sea costumbre y vicio, no hay que juzgar los resultados de las encuestas antes de los comicios
Shuttestock
autor
Alejandro Moreno
Director de encuestas de Nación321
2024-06-07 |05:55 Hrs.Actualización05:55 Hrs.


Aunque ya sea costumbre y vicio, no hay que juzgar los resultados de las encuestas antes de los comicios. El 2 de junio lo dejó claro una vez más. 

En esta contienda presidencial 2024, las encuestas en uno de los extremos fueron las más exactas. No es la primera vez; quizá no sea la última. 

Hoy es un hecho que la ventaja entre primero y segundo lugar fue de 32 puntos; antes de las elecciones esa era sólo una posibilidad y, para algunos, tan remota como improbable.

La evaluación de exactitud de encuestas publicada ayer en este diario indica que 90 por ciento de las encuestas finales publicadas daba como ganadora a Claudia Sheinbaum, pero las estimaciones de su nivel de apoyo y de su ventaja mostraron una gran varianza. 

El error promedio por casa encuestadora va desde 1.3 puntos en las estimaciones más exactas, hasta 15 puntos en la menos exacta, mientras que el error ventaja tuvo un rango de 3 a 34 puntos. 

Podría decirse que, en su conjunto, las encuestas fueron certeras, pero inexactas e imprecisas. Certeras porque, con pocas excepciones, señalaron correctamente ganadora; inexactas porque la mayoría de estimaciones estuvo fuera del margen aceptable, e imprecisas porque hubo una gran dispersión de resultados.

El error promedio total de los sondeos en estas elecciones (5.2 puntos para todas las encuestas finales publicadas) fue ligeramente mayor al de 2018 (5.1 puntos), el cual, a su vez, había superado el hasta entonces récord de inexactitud registrado en 1994, hace treinta años, de 4.6 puntos. 

En estas elecciones presidenciales de 2024 se rompió el récord de mayor número de encuestas finales publicadas, pero también se registró el peor récord de exactitud en tres décadas. 

Haciendo referencia a 1994, la encuestadora María de las Heras apuntaba en uno de sus libros que “la ventaja electoral del tricolor en aquella ocasión fue de tal magnitud que la única forma de equivocarse de ganador en las encuestas hubiera sido hacer las entrevistas en otro país”. 

Lo dijo con el gran sentido del humor que la caracterizaba, pero hoy podríamos retomar su frase con toda seriedad: parece que las encuestas de 2024 midieron países distintos. 

(Por cierto, el pronóstico de María en el año 2000 tuvo eco en 2024 con la acertada estimación de su empresa, ahora capitaneada por su hijo).

En el caso de la encuesta de El Financiero, bajo mi responsabilidad, nuestra estimación no logró estar en el podio y estuvo lejos de aspirar a ello, con errores promedio de entre 6 y 8 puntos, muy lejos de aquél 2.7 que registró la encuesta final bajo mi responsabilidad en el año 2000, 1.7 de 2006, 1.8 de 2012 y 1.2 de 2018. 

El error promedio histórico de encuestas finales en cinco elecciones presidenciales de quien esto escribe pasó de 1.8 a 3.1 puntos luego de estos comicios. 

Por lo general, quienes hacen encuestas y se equivocan en sus estimaciones suelen no saber qué los golpeó. En este caso, tenemos claridad acerca de qué pudo haber sido y será muy interesante discutirlo en los foros de especialistas. 

Como spoiler, no hay evidencia de que la tasa de rechazo incidiera de manera significativa, ni tampoco de un voto oculto o espiral del silencio, o de un cambio de preferencias de último momento, aspectos que diversos encuestadores han usado como excusa en el pasado para justificar errores. Y nuestro ejercicio mixto, con un componente telefónico y uno de entrevistas cara a cara en vivienda, nos sugiere que tampoco se trata de una diferencia en método. Las mucho más acertadas estimaciones que hicimos en CDMX y Veracruz dan prueba de ello.

Como piloto, El Financiero me ha dado la libertad para conducir las encuestas como lo considere más conveniente y prudente. Pensé que nuestra reciente estimación nuevamente nos llevaría al podio, pero esta vez nos dejó fuera. No obstante, la escudería, los pits, el apoyo técnico, gráfico, editorial y periodístico hicieron una gran labor que agradezco profundamente. 

“La historia de las encuestas en México es la historia de sus errores”, escribí en mi libro El cambio electoral, publicado en 2018. Esa historia sumó este domingo 2 de junio un episodio más. Hay que decir que la discusión en torno a las encuestas generó ruido, pero también que las encuestas dieron valiosas señales.