No hubo sorpresa en la decisión y el Banco de México elevó en un cuarto de punto la tasa de interés, como estaba previsto.
Algunos pensaban que la decisión no sería unánime y tendríamos opiniones divididas en la Junta. No fue así y el incremento se dio por consenso.
Si en la redacción del comunicado a través del cual se dio a conocer esta determinación se buscan pistas respecto al posible comportamiento futuro de la tasa objetivo del Banxico, se puede concluir que dependerá por entero de la trayectoria de la inflación así como de el entorno financiero global.
Lo más probable es que la Reserva Federal todavía aumente el próximo miércoles 3 de mayo su tasa de interés en un cuarto de punto porcentual, y por lo mismo, es también lo más probable que el Banco de México haga lo mismo el jueves 18 de mayo.
¿Llegaríamos entonces a la llamada tasa terminal y ya no habría más aumentos?
Aún no está claro que vaya a ser así.
Si la trayectoria de la inflación fuera claramente a la baja, incluyendo la llamada inflación subyacente, quizás podríamos estar más cerca del término del ciclo alcista.
Pero, si la inflación subyacente, que en la primera quincena de mayo se ubicó en 8.15 por ciento, no cede lo suficiente, el escenario de una nueva alza es muy probable.
Más allá de que se llegue pronto a un techo de las tasas, en lo que prácticamente hay consenso es en que no habrá baja en el curso de este año, y en todo caso, esta se presentará de manera muy gradual durante el 2024.
Por un lapso relativamente largo tendremos un entorno de dinero caro.
Este hecho se combinará con otra circunstancia en Estados Unidos.
La crisis que se presentó en algunos bancos regionales norteamericanos, así como en el Credit Suisse, y el nerviosismo que produjo una fuerte caída de las acciones del Deutsche Bank, conducirán a que las instituciones bancarias sean más cautas en el otorgamiento de crédito.
Algunos incluso consideran que habrá de presentarse un ‘credit crunch’, es decir una contracción del crédito.
Tasas elevadas y reducción de los flujos crediticios seguramente van a producir un menor ritmo de actividad económica.
El comunicado del Banco de México también así lo asume.
El tema que realmente se debate en el mundo es si esa desaceleración se producirá de manera ordenada, es decir a través de un ‘aterrizaje suave’ o bien ocurrirá a través de una caída abrupta de la actividad económica.
Para México esto es muy relevante ya que somos altamente dependientes de la dinámica de los Estados unidos.
Los datos de comercio exterior en el mes de febrero, en los cuales se observó una caída en las exportaciones no petroleras de nuestro país, pudiera ser uno de los primeros signos de que ya nos está afectando la menor actividad industrial norteamericana.
Las estadísticas de un solo mes no son suficientes para caracterizar una situación económica en la que influyen factores altamente complejos.
Sin embargo no sería sorprendente que en meses subsiguientes tuviéramos otros resultados poco alentadores.
Por esa razón se vuelve crítico que nuestro país pueda aumentar la participación de sus exportaciones en el mercado de EU.
Es cada vez más visible que el conflicto que ese país tiene con China no tendrá una solución de corto plazo, y hay oportunidad de sustituir productos chinos.
Eso requiere que se facilite el nearshoring, es decir que se incentive la llegada de inversiones que van a proveer de bienes al mercado de los Estados Unidos.
Si se deja que este proceso continúe por mera inercia, es probable que no logre impedir que nuestra economía padezca los estragos de un posible aterrizaje forzoso.
La decisión que ayer tomó el Banco de México, así como las perspectivas que señala su comunicado, hacen más y más relevante que tengamos ya un giro en la política industrial para alentar la llegada de inversión foránea al país.
Pero, con iniciativas como las reformas propuestas a la Ley Minera, eso se ve lejos.
Hablaremos de ello próximamente.