El INEGI dio a conocer el viernes pasado que el Producto Interno Bruto (PIB) de México, creció 3.3 por ciento en el tercer trimestre del año.
Los análisis que se han hecho respecto a esta cifra usan dos ópticas.
Una de ellas señala el buen desempeño de la economía mexicana, durante el 2023, pues es probable que termine el año con un crecimiento cercano al 3.5 por ciento cuando al comenzar el año el estimado era de apenas 1 por ciento.
La otra óptica es la que señala que, pese a este buen resultado, el PIB per cápita terminará este año con un nivel inferior en 1.1 por ciento al que teníamos en el 2018.
¿Cuál de estas dos ópticas es la correcta?
Ambas.
Las comparaciones estadísticas dependen en buena medida de lo que se quiera argumentar.
La selección de indicadores y los puntos de referencia que se utilicen para las comparaciones son intencionados.
Quienes le ponen énfasis al buen desempeño de la economía en 2023, usualmente pretenden señalar que la economía mexicana tiene un mejor desempeño que en el pasado inmediato y que en la mayoría de nuestros vecinos.
Quienes ponen énfasis al mal resultado sexenal cuando se habla del PIB per cápita, lo que enfatizan es el hecho de que cuando se hagan los saldos sexenales, el crecimiento económico no será algo para presumir en esta administración.
En ella, hay dos etapas perfectamente diferenciadas en materia de crecimiento.
La primera, que corresponde a 2019 y 2020, trajo consigo una caída del PIB de 9 por ciento.
La segunda, que corresponde al periodo de 2021-2023, tendrá un crecimiento acumulado de 13.8 por ciento.
Ese crecimiento ha estado impulsado por diversas variables, como las exportaciones y recientemente la inversión, pero también de manera destacada por el incremento del consumo.
No se puede separar el resultado económico de las políticas públicas que permitieron un alza significativa en los niveles de salario y en el empleo formal.
La masa salarial real hasta el mes de septiembre creció en 10.4 por ciento por ciento en este año y acumuló un crecimiento de 31.3 por ciento en términos reales en lo que va del sexenio.
Esa fue la base del crecimiento del consumo.
Por otro lado, el impulso de la inversión no puede explicarse exclusivamente por las grandes obras del sector público como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas o el ferrocarril interoceánico.
Pero, otro de los factores que ha empujado de manera relevante es la construcción industrial.
A pesar de que las cifras de inversión extranjera directa no están reflejando claramente el proceso de nearshoring, los datos relativos a la inversión total sí lo están haciendo.
Es probable que en el curso de 2024, y sobre todo en 2025, veamos saltos en las cifras relativas a la inversión directa.
Pero, por lo pronto, uno de los factores fundamentales del dinamismo económico es la mayor inversión que están realizando cientos o miles de empresas en diferentes lugares de la República.
De hecho, no es solamente la construcción de nuevas plantas, sino en inversiones en el sector turístico o bien en centros comerciales y desarrollos inmobiliarios en diversas ciudades de la República.
Regresando al contraste que veíamos en un principio, para poder tener un crecimiento relevante del PIB per cápita, va a ser necesario que el impulso económico que hemos visto en los últimos dos o tres años en México, se mantenga por un periodo más prolongado.
Esa será la clave.
Si las tasas de crecimiento superiores al 3 por ciento se mantienen por varios años, la historia económica del país será diferente.
Si no fuera así, y de nueva cuenta cayera el ritmo de la economía, me temo que regresaríamos a la mediocridad que hemos tenido por mucho tiempo.