A pesar de que esta semana llegamos en México a 100 millones de dosis de vacunas anticovid aplicadas, el porcentaje de la población total que tiene el esquema de vacunación completo es apenas de 36 por ciento.
Comenzamos hoy el décimo mes de este año y tenemos ya 19 meses continuos de persistencia de la pandemia en nuestro país.
Estamos cansados y a veces, en los espacios públicos ya vemos a mucha gente que se comporta como si el coronavirus fuera un asunto del pasado.
Lamentablemente no es así.
El promedio de nuevos contagios diarios en los últimos siete días es de 8 mil 318. El número de fallecidos diarios en promedio para ese lapso es de 512.
Ambas cifras son inaceptables.
De acuerdo con algunas estimaciones, el excedente de mortalidad a esta fecha desde que comenzó la pandemia se acerca ya a las 600 mil personas.
Solo como referencia, los fallecidos en la década completa de la Revolución Mexicana, entre 1910 y 1920, fueron cerca de un millón de personas.
Obviamente la proporción es diferente, pero desde entonces no habíamos tenido ningún evento que produjera un excedente de fallecimientos como el actual.
El saldo de la tragedia ya es enorme. Y no hay ningún argumento que pueda esgrimirse contra los datos duros que derivan de los registros civiles en el país.
No se engañe. El hecho de que la movilidad en el país ya esté, en general, por arriba de los niveles previos a la pandemia, no significa que podamos cantar victoria.
Aun en países en los cuales el porcentaje de vacunación es más elevado que en México se han presentado retrocesos, por lo cual no tenemos la certeza plena de que la tendencia a la baja en los contagios que se ha observado desde los últimos días de agosto vaya a mantenerse sin cambios.
Nos hemos cansado de este tema. Los textos en los que se explica la dinámica de la enfermedad ya son poco leídos.
Quizás será la suerte de este artículo.
Los lectores ya no quieren saber nada de la pandemia ni del covid-19.
El problema es que el virus no sabe de cansancio.
Hasta ahora hemos tenido la fortuna de que no se haya presentado una mutación adicional que genere el nivel de impacto que produjo la variante delta. Pero eso no quiere decir que ya no vaya a suceder.
Más nos vale como país ser conscientes de que el problema no está resuelto, que los riesgos siguen siendo elevados y que si hubo un manejo que propició que tengamos 600 mil fallecidos en exceso debemos tratar de que no sean ya muchos más.
En las unidades productivas, apenas estamos asimilando el impacto que tienen los cambios que la pandemia trajo consigo y que no van a producir solo modificaciones temporales en nuestra organización, sino que van a causar cambios permanentes, para bien y para mal.
La llamada “nueva normalidad” en la cual gradualmente nos estamos sumergiendo tendrá ganadores y perdedores, tanto entre los diversos sectores de la economía como entre las empresas y los diversos puestos laborales.
Una tarea fundamental que tenemos como país, en nuestras empresas y en nuestras personas, es tratar de estar del lado de los ganadores.
Ni modo, necesitamos ser ‘aspiracionistas’ si no queremos depender de los subsidios del gobierno.
Y aunque se dice fácil, estar del lado de los ganadores en este periodo es tremendamente difícil.
Mucha suerte.