¿Cuánto creceremos realmente en México en 2022 y en 2023?
Es muy conocida la frase que afirma que es muy complicado hacer predicciones… sobre todo del futuro.
Con todo y esa dificultad, la planeación requiere que tengamos alguna idea de lo que podemos esperar pues sobre esa base es que se toman decisiones en todos los órdenes, sea en nuestras finanzas personales, en las empresas o incluso en las políticas económicas.
Es muy diferente tomar la decisión, por ejemplo, de comprar un inmueble, si tenemos seguridad laboral o si pensamos que la empresa en la que laboramos puede hacer ajustes de personal en un futuro cercano.
Le comenté la semana pasada, cuando el FMI ajustó su previsión del crecimiento del PIB de México a 2.4 por ciento para este año que, si se cumplía su previsión, sería una buena noticia para el país, ya que, para alcanzar esa tasa, sería indispensable alcanzar un crecimiento de 2.9 por ciento en la segunda mitad del año.
Pues el FMI se quedó como el gran optimista, ya que el día de ayer la encuesta de expectativas que levanta el Banco de México entre los principales analistas e instituciones financieras del país estableció un estimado de crecimiento que promedia 1.8 por ciento.
Esto quiere decir que espera que, para el segundo semestre del año, el crecimiento del PIB sea de 1.7 por ciento, es decir, inferior al que tuvimos en la primera mitad del año.
Más aún si vemos las tasas trimestrales y no las anuales, observamos que el crecimiento del tercer trimestre sería de 0.2 por ciento mientras que el del cuarto, de 0.18 por ciento, cuando la cifra del segundo trimestre fue de 1.0 por ciento.
Es decir, el horizonte claramente apunta a la desaceleración e incluso al estancamiento de la economía.
Para el 2023, el FMI estima un crecimiento de 1.2 por ciento para todo el año, que asume que la economía de Estados Unidos también va a crecer poco, apenas 1 por ciento.
El consenso de los analistas que sigue Banxico está menos pesimista y considera que el crecimiento en México sería de 1.6 por ciento el próximo año.
En realidad, para 2023 hay demasiados elementos de incertidumbre que hacen que cualquier predicción quede realmente en el aire.
No está claro si quedarán resueltos los problemas de la cadena de suministro a nivel global; tampoco cuál puede ser el curso de la invasión de Rusia a Ucrania y cuáles serán sus consecuencias en los precios globales de las materias primas; ignoramos en qué momento se detendrá el alza de las tasas de interés y qué tan rápido podrá bajar la inflación, por citar solo algunas interrogantes.
Lo único que sabemos con una certeza razonable es que, a menos que se presente algo completamente inesperado, tendremos una segunda parte de 2022 que va a ser más complicada que la primera en materia económica, pues empezarán a sentirse más claramente los efectos del incremento del costo del dinero a nivel global y se harán más intensos los efectos de la crisis energética en Europa.
El único camino que tendría México para remontar los problemas sería un crecimiento notorio en la participación de sus exportaciones en el mercado de Estados Unidos, que compensara la previsible caída global de ese mercado.
Esto podría conseguirse si tuviéramos políticas que incentivaran una mayor llegada de empresas norteamericanas como parte de sus procesos de reestructuración de sus cadenas de suministro, y si no estuviéramos generando condiciones de incertidumbre, como las que resultan del litigio energético en el marco del TMEC.
Lamentablemente, para tener esas políticas sería necesario tener otro gobierno.
Si López Obrador calibrara que sus posibilidades de reelección, perdón, de que triunfara Morena en la próxima elección presidencial, crecerían si el desempeño económico fuera mejor, quizás pudiera adquirir otra visión.
Lo veo difícil, creo que su obstinación dominará.