En los días que siguieron al anuncio de que Agustín Carstens dejará el próximo 1 de julio la gubernatura del Banco de México para asumir la gerencia general del Banco de Pagos Internacionales (BIS) han surgido diversas especulaciones sobre los motivos para ello, equivocadas en el mejor de los casos y malintencionadas en otros.
Tras investigar los hechos, le comento cuáles son las circunstancias en la decisión de Carstens.
En la primera mitad del año el BIS lanzó una convocatoria pública para reclutar a su nuevo gerente general a través de un anuncio en The Economist, y dio plazo para inscribirse hasta el fin de junio.
Jens Weidmann, presidente del Bundesbank y presidente del Consejo del BIS, invitó a Carstens a listarse para aspirar ese puesto. Y Carstens aceptó contender, aunque se veían muy pocas probabilidades de que fuera electo debido al antecedente referido de que el número uno del BIS siempre había provenido de naciones desarrolladas.
Hacia el final de octubre, Weidmann volvió a contactar a Carstens para decirle que se estaba generando un consenso en el BIS para que hubiera por primera vez en la historia de 86 años del BIS un gerente general de una nación emergente y que el candidato era él.
Carstens entonces reportó este hecho al presidente Peña y al titular de Hacienda, José Antonio Meade, de modo que ambos estaban en el antecedente de lo que podría suceder desde hace poco más de un mes.
No fueron sorprendidos por la decisión del BIS ni de Carstens. El 1 de diciembre pasado se realizaron las votaciones en el Consejo de Administración del BIS y Carstens ganó. A las siete de la mañana fue notificado del resultado por Weidmann.
En los días previos, el gobernador de Banxico valoró las cosas y apostó por la institución. Aunque en la Junta de Gobierno, el anuncio de su salida produjo pesar, también surgió la convicción de que el Banxico ha adquirido la madurez necesaria para poder funcionar sin Carstens desde julio del próximo año.
Uno de los cuestionamientos que le hizo el presidente Peña a Carstens antes de aceptar su renuncia fue si en su perspectiva, el Banco de México tendría, aún sin él, la fortaleza necesaria para mantener la estabilidad. La respuesta de Carstens obviamente fue positiva.
La decisión de Carstens, quien empezó a trabajar en el Banco de México en 1980, hace 36 años, fue normada por su interés profesional y personal, y por la certeza de que es reemplazable en Banxico.
Se podrá criticar esa determinación, pero no hay nada más que ella.
Tras consultar, le puedo asegurar que es falso que la decisión haya sido motivada por las diferencias de criterio o presiones del gobierno o de la Secretaría de Hacienda.
Obviamente hay diferencias de opinión y perspectiva con Hacienda. Son públicas.
Pero la autonomía del Banxico lo permite y son valoradas positivamente por Hacienda. En los últimos años, Videgaray como ahora Meade, han acudido regularmente, como lo establece la Ley, a las reuniones de la Junta en las que se toman las decisiones de política monetaria, como la que se celebrará el 15 de este mes.
La decisión de Carstens también tiene como premisa una valoración de que el temporal financiero será manejable para México.
Ni de lejos se acercan a las grandes crisis, como la de 2008 o previamente a la de 1994, y menos aún a las de 1976 o 1982.
Ahora, lo que hay que esperar es que haya sabiduría en la elección de su sucesor.