¿Cuál es la razón por la que los banqueros –del país y foráneos– ven a México con optimismo?
La razón principal es que, en una perspectiva de largo plazo, anticipan un crecimiento fuerte de la actividad financiera, especialmente del crédito, el cual es la base del negocio bancario.
De acuerdo con el documento del FMI titulado Financial Deepening in Mexico, publicado en enero pasado, el crédito total al sector no financiero (público y privado) alcanza cerca del 40 por ciento del PIB.
De éste aproximadamente la mitad corresponde a crédito bancario.
En promedio, en los mercados emergentes con los que se puede comparar México, ese porcentaje llega al 80 por ciento del cual, dos terceras partes corresponden al crédito bancario. Es decir, en materia de crédito específicamente bancario, aquí cerca del 20 por ciento y en otros países comparables el 60 por ciento.
Esto quiere decir que el potencial de crecimiento sigue siendo enorme.
Aunque el crecimiento del crédito ha sido constante desde el año 2005 aproximadamente (pese a la crisis de 2009), el nivel que tiene ahora se encuentra aún muy por debajo del que alcanzó tras la privatización bancaria.
Y, aunque no se trata de que haya una burbuja de crédito como entonces la hubo, con tasas de crecimiento como se han presentado en los últimos años, una década a ritmos de 10 por ciento, implica multiplicar por 2.6 veces el crédito en ese plazo.
Los datos más recientes del Banco de México indican que el crédito bancario al sector privado no financiero creció 13 por ciento en términos reales durante 2016 y que el segmento más dinámico de esta expansión correspondió a las empresas, cuyo incremento fue de 15 por ciento real, lo que implica multiplicar por cerca de 7 veces el ritmo de crecimiento de la economía. Los datos de arranque de 2017 se moderaron, pero siguen muy altos, pues en enero el crédito de la banca comercial al sector privado creció en 7.9 por ciento real en general y en 8.5 por ciento para las empresas.
Hay diversos factores que explican este dinamismo, como la formalización de trabajadores y de las Pymes, pero también está el tema de los costos aún relativamente bajos del crédito bancario.
En una perspectiva de corto plazo, vemos hoy presiones alcistas en las tasas de interés en México y en Estados Unidos. Pero si observamos el largo plazo, las cosas se ven diferentes.
Al finalizar el siglo pasado, hace apenas 16 años y meses, la TIIE, que es referencia para fijar el costo del crédito estaba en 18.75 por ciento, una cifra que hoy parece estratosférica.
Actualmente, pese a los incrementos que ha tenido desde 2016, esa referencia del costo del crédito está en 6.6 por ciento y había llegado en 2015 a 3.3 por ciento, muy lejos de los niveles de antaño.
La clave para poder visualizar la perspectiva con optimismo es ver el potencial de largo plazo.
Quizás, en el horizonte inmediato se vean problemas importantes y elementos de incertidumbre que nublan el panorama. Pero, hay un proceso subyacente en la sociedad mexicana, que trae consigo cambios tanto en el ámbito económico como político y social, que es el fundamento del optimismo.
¿Y cómo ven los banqueros el 2018? De ese tema le comentaré posteriormente.