Un buen susto dio la empresa rusa Gazprom a Europa el día de ayer.
Por la mañana surgió información respecto a cortes de suministro a Polonia, lo que disparó las cotizaciones del gas europeo hasta en 17 por ciento.
Más tarde se confirmó el hecho de que habría recortes en las entregas dado que Polonia y Bulgaria no aceptaron hacer sus pagos en rublos como lo exigió Putin.
Al final de la jornada, el alza en el gas europeo fue ayer cercana al 6 por ciento.
La pesadilla para los europeos es que, en el contexto de una guerra prolongada en Ucrania, en algún momento los rusos utilicen el corte de suministros como un arma política.
El hecho es que un contexto de conflicto largo en Europa va a mantener elevadas las cotizaciones de la energía, de los alimentos y de diversos metales y minerales.
No es extraño entonces que el Banco Mundial, en su informe sobre la perspectiva de los precios de las materias primas difundido ayer, considere que tendremos cotizaciones elevadas hasta el año 2024.
Muy pocos esperaban que más de dos meses después de la invasión rusa, la expectativa fuera la de un conflicto militar prolongado.
Casi nadie anticipaba que la resistencia de Ucrania fuera tan determinada y que occidente se uniera para dar un robusto apoyo militar.
Ese hecho, sin embargo, no pareciera traducirse en la decisión de retirar sus tropas por parte de Rusia.
Políticamente no es aceptable para Putin y por lo pronto no es un escenario plausible que la sociedad rusa lo sustituya.
Tampoco se percibe que Ucrania vaya a aceptar la independencia del Donbass ni tampoco el control ruso de un corredor en el sur.
Es decir, se perfila una situación compleja con un conflicto que puede estancarse y alargarse.
Todo esto nos puede parecer muy distante, alejado de nuestra realidad más inmediata.
Pero, es un hecho que nos puede afectar de manera muy directa.
Si en algún momento el conflicto escalara y realmente se suspendiera la provisión de gas de Europa, lo más probable es que la región cayera en una recesión y arrastrara a buena parte de la economía mundial hacia abajo.
Si por el propio interés ruso, que no puede perder los ingresos de la venta de hidrocarburos, no se suspenden las entregas, pero el conflicto dura varios meses más, entonces no es nada improbable que el escenario planteado por el Banco Mundial se haga realidad y tengamos precios elevados de las materias primas por un periodo prolongado.
En la revista The Economist que está circulando en este momento, se plantea si no sería necesario que los bancos centrales modificaran sus metas de inflación, y sean un poco más tolerantes a ella para no propiciar una recesión.
En el caso de Estados Unidos, la pregunta es por qué se acepta un 2, pero no un 3 o 4 por ciento.
Dudo mucho que en lo inmediato tengamos esa revisión, por lo cual, si no es por efecto directo de la guerra quizás lo vaya a ser por el impacto del alza en las tasas, pero los riesgos de que Estados Unidos caiga en una recesión entre 2023 y 2024, serán crecientes.
Alguna vez, el entonces primer gobernador del Banxico, Miguel Mancera, me comentó un símil que ahora retoma The Economist: los bancos centrales son los frenos de la economía mientras que la política fiscal es el acelerador.
En el pasado reciente, pareciera que a los encargados de las políticas públicas se les confundieron los pedales y la perspectiva económica que hoy tenemos –por esa razón– es más complicada de lo que quisiéramos.