La pandemia nos ha cambiado la vida. Y su duración nos la va a cambiar aún más.
Agustín Carstens, quien encabeza el Banco de Pagos Internacionales, el banco central de los bancos centrales, se refirió ayer a las profundas implicaciones económicas y sociales de la pandemia.
Como es su costumbre, de manera clara, aunque sonó también cruda, refirió que hay muchos negocios que no van a sobrevivir a la pandemia. Jamás van a recuperarse.
El factor determinante de este hecho es la duración de la pandemia.
Casi todo el mundo esperaba que el COVID-19 estuviera presente durante algunos meses, sin embargo, todos los indicios señalan que su presencia será prolongada y que se extenderá hasta bien entrado el año 2021.
El reporte de la Universidad Johns Hopkins indicaba ayer que los nuevos contagios diarios correspondientes al registro del 6 de octubre alcanzaron casi los 328 mil casos confirmados y quizás muchos más reales.
No está bajando aún el número de contagios. De hecho, lo que estamos observando en Europa y en algunos lugares de Estados Unidos revela (como en este espacio le he insistido de manera recurrente) es una segunda ola que nos revela que estamos lejos de haber superado la crisis sanitaria.
Ya han empezado los nuevos episodios de confinamiento y éstos van a extenderse.
En países como México, la única discusión es cuándo se presentará el rebrote y qué tan generalizado será.
En los países en los cuales existe mayor disciplina social, aplicación masiva de pruebas y una estrategia sanitaria que identifica los contagios y busca romper las cadenas de éstos de manera localizada, habrá un menor costo que en aquellas naciones en donde la población carece de la cultura del cumplimiento de las normas, en donde se realizan pocas pruebas y donde no hay una estrategia que permita confinamientos localizados.
Si usted es de los que piensa que será cuestión de dos o tres meses más para que tengamos un regreso a la normalidad, más vale que vaya haciéndose a la idea de que esto no ocurrirá.
Además de que esa “normalidad” en la que usted está pensando ya no existe. No se trata solo de una sociedad que usa cubrebocas, sino de un cambio cultural, económico y social cuya profundidad apenas atisbamos.
En este sentido, Carstens se refirió también a la coincidencia de la crisis del COVID-19 con la revolución tecnológica que estamos viviendo y que contribuirá de manera dramática al cambio del que hablamos.
La confluencia de ambos procesos tiene el potencial de crear una transformación de la vida, como muchos no imaginan.
Al final, lo que tendremos es una reasignación de recursos en el mundo y al interior de los países, que va a cambiar las reglas del juego, como si se tratara de un póquer en la cual hay que devolver las cartas y repartirlas todas de nuevo. Olvídese de cuáles tenía, le pueden tocar otras completamente diferentes.
Este proceso también va a influir en la política.
Hay evidencias crecientes de que tendremos un proceso de concentración del ingreso a nivel internacional, en el que inevitablemente también estará incluido nuestro país.
Habrá modificaciones en los balances políticos cuyo resultado es incierto. No sabemos si se fortalecerán los nacionalismos y los populismos, o si al final de cuentas van a naufragar con la pandemia.
El panorama es aún tan incierto y tan sujeto a contingencias que si hay alguien que le diga que puede anticipar lo que va a ocurrir en los siguientes meses o años… es tiempo de que desconfíe de él.