Contando el día de hoy, quedan 10 días de campañas electorales.
Luego vendrán los tres días de silencio y finalmente, el domingo 2 de junio, cuando vayamos a las urnas, tendremos las elecciones más grandes de la historia del país, por el número de cargos que se eligen.
Tras el último debate realizado el día de ayer por la noche, la actividad política más relevante serán los cierres de campaña, que de hecho ya comenzaron en diversos puntos de la República, pero sin duda, en el caso de las dos candidatas, van a competir por hacer el cierre más espectacular en la Ciudad de México.
En el camino, igualmente, tendremos la última ola de encuestas nacionales que van a perfilar la intención de los votantes antes de que llegue la fecha de ir a las urnas.
¿Podemos esperar cambios importantes en este lapso?
No lo sé.
La política, a veces, es impredecible y la liebre salta por donde menos se sospecha. Otras veces ninguna liebre salta.
Las encuestas sirven para reflejar tendencias, pero tampoco son ninguna garantía de que las ‘fotografías’ que ofrecen sean lo que vaya a suceder el día de la jornada electoral.
Es tan irracional desecharlas y citar el lugar común de que la “encuesta” que vale es la del 2 de junio (algo totalmente falaz, pues es votación, no encuesta) como pensar que son garantía del resultado.
¿Qué puede pasar en estos últimos diez días de campaña?
Podría haber informaciones que causen un shock en la opinión pública. ¿Cuáles? No lo sé. Ni siquiera el sentido que tuvieran. Podrían ser en contra de Xóchitl o de Claudia.
El hecho es que, si hubiera una información de muy alto impacto, el lapso para responder va a ser muy limitado.
Eso conduce a que la recta final sea muy relevante, pues ya no hay tiempo para reparar los daños causados.
Pero también podría ocurrir que no hubiera nada relevante.
La lógica dice que, si hubiera algo explosivo en contra de alguna candidata, quizás ya hubiera aparecido y no se hubiera esperado para difundirlo hasta los últimos días. Es lo más probable.
Pero también puede suceder que las municiones no hayan estado listas antes y que los obuses comiencen cuando el parque haya llegado. No lo sabemos.
Hasta ahora, las encuestas que sistemáticamente marcan un ganador claro tienden a anticipar correctamente el resultado en la elección.
Incluso en la controvertida elección del Estado de México el año pasado, los cuestionamientos vinieron por la diferencia en los votos, y no por la identificación de la candidata ganadora.
Tal vez sea el caso en las elecciones presidenciales. Pero no lo sabemos a ciencia cierta.
Creo que la sorpresa de última hora podría llegar más bien por la diferencia de votos en el resultado que por la definición de quién va a ganar.
Y ese hecho no es poca cosa.
Si en las dos cámaras del Congreso se perfilara una mayoría simple de Morena y sus aliados, en lugar de una mayoría absoluta o calificada, cambiaría profundamente la vida política del país en los siguientes años.
Si Morena no ganara la mayoría de las gubernaturas en disputa y fueran otros partidos y alianzas las que consiguieran el triunfo, sería otro factor de mudanza para la vida del país.
La sorpresa del peso
Si hace un par de años, alguien hubiera dicho que el tipo de cambio del peso frente al dólar iba a estar a 16.62 a unos cuantos días de las elecciones, lo hubieran tildado de loco.
Tan solo para el recuerdo, hace seis años, a dos semanas de las elecciones, la paridad de nuestra moneda frente al dólar llegó a 20.87 y se esperaba que con el resultado siguiera un camino ascendente.
A partir de ese día, comenzaron las sorpresas y el dólar comenzó a bajar.