El Banco de México no tiene de otra y habrá de aumentar nuevamente su tasa de interés el próximo jueves cuando realice su reunión de política monetaria.
El nivel de inflación que el INEGI dio a conocer el día de ayer marca un máximo desde enero del año 2001.
Ya se esperaba que para el cierre de abril tuviéramos otro brinco y ahora la cifra resultó cercana al 7.7 por ciento, pero los expertos no descartan que todavía pueda subir aún más en mayo.
Los precios al productor también están marcando niveles que no se habían visto hace mucho tiempo y la cifra de 10.35 por ciento registrada en abril, justamente expresa la existencia de presiones que van a seguir en los próximos meses.
El Banco de México no sólo tiene que observar el dato de la inflación en nuestro país para definir su política, sino que tiene que tomar en cuenta lo que están haciendo otros bancos centrales, especialmente la Reserva Federal de los Estados Unidos, que la semana pasada incrementó el costo del dinero en medio punto porcentual, algo que no había hecho desde el año 2000.
Como le hemos comentado, rezagarse implica crear tensión sobre el tipo de cambio, que a su vez implicaría nuevas presiones sobre la inflación.
Lo peor del caso en esta circunstancia es que no sabemos a ciencia cierta si con estas alzas y las que vendrán va a ser suficiente para contener el crecimiento de los precios.
La complejidad del cuadro muestra que tal vez tenga que pasar un buen tiempo para regresar a los niveles deseados por la autoridad monetaria.
Una de las explicaciones de esta alza es el incremento de los precios de las materias primas.
De acuerdo con el índice de commodities de Bloomberg, en los últimos 12 meses el incremento fue de 34 por ciento.
Es cierto que el ritmo ya se ha frenado en los últimos meses, pero los niveles absolutos se mantienen elevados y probablemente se refleje en un porcentaje importante de alza en los comparativos anuales aún por algunos meses.
El otro elemento tiene que ver con la enorme inyección de dinero que llevó a efecto la Reserva Federal.
El indicador M1, que mide la base monetaria, tiene una tasa de crecimiento nominal de casi 10 por ciento en Estados Unidos en los últimos doce meses.
El programa para retirar dinero de circulación a partir de la venta de bonos y otros instrumentos financieros conducirá a que, probablemente hacia la segunda mitad de este año, ya se vea claramente un retroceso de esta variable. Pero, aún faltan meses para que eso suceda.
Además, existe el riesgo de que permanezca latente la expectativa inflacionaria.
Al margen de que se estabilicen gradualmente los precios de las materias primas y avance el proceso de reducción de la cantidad de dinero en circulación, cabe el riesgo de que los agentes económicos que consideran que la inflación permanecerá alta por un buen tiempo decidan ajustar sus precios sobre la base de esa expectativa y conduzcan a que se convierta en realidad.
Eso puede conducir a que el proceso de desinflación sea más prolongado.
Como le hemos comentado en otras ocasiones, el efecto colateral del incremento en el costo del dinero, si es que el alza dura demasiado tiempo y se hace de modo agresivo, será reducir el ritmo de actividad económica.
Los indicadores de los siguientes meses serán relevantes, pues en el primer trimestre la economía norteamericana presentó un tropiezo, aunque éste se debe más bien a variables exógenas a los propios Estados Unidos más que a sus condiciones internas.
Y para México, un freno en Estados Unidos es crítico porque de allí proviene el único motor económico que funciona con solvencia.