Era el 31 de enero de 1990. Apenas unos meses antes había caído el Muro de Berlín y el sistema soviético se estaba derrumbando.
Mijaíl Gorbachov operaba una apertura que estaba sacudiendo al mundo y en aquel último día de enero, un hecho emblemático atraía la atención de todo el mundo: la cadena de comida rápida McDonald’s abría su primer local en Moscú.
32 años más tarde, hace pocos días, el establecimiento y muchos otros que llegaron a Rusia han anunciado la salida del país ahora gobernado por Vladimir Putin.
Así como en 1989 y 1990 parecían haberse roto las barreras de la globalización y se caminaba hacia la integración de un solo mercado mundial, ahora pareciera que nos encaminamos a un proceso de “desglobalización”.
Este es un tema del que se habla en muchos foros en el mundo, entre ellos la reunión del Foro Económico Mundial que se realiza en Davos.
Ian Bremmer, fundador y presidente de la consultoría de riesgos Eurasia Group, analizó esta semana tres procesos de “desacoplamiento” que suceden en el mundo y que van a cambiar el rostro de la economía y la política mundiales. De hecho, ya lo están haciendo.
El primero es precisamente el de Rusia.
No solo están abandonando ese país algunas firmas y marcas occidentales emblemáticas (esta misma semana anunció su salida Starbucks) sino que, por ejemplo, una buena parte del sistema bancario ruso ya quedó al margen de los sistemas internacionales de pagos y se han confiscado activos de los oligarcas de ese país que estaban en occidente.
Quizás lo más importante es que Europa ha anunciado su decisión de iniciar un proceso de abandono de la provisión de hidrocarburos de Rusia, cuyas ventas son una fuente para financiar la economía rusa… y también la invasión a Ucrania.
El segundo desacoplamiento viene de años atrás. Se trata del litigio comercial y tecnológico entre Estados Unidos y China.
En términos económicos, es mucho más importante, pues se trata de las dos mayores economías del mundo.
Estados Unidos compraba en 2017 el 21.5 por ciento de todas sus importaciones en China. Para 2021, este porcentaje ya había bajado a 17.8 por ciento y sigue a la baja.
El llamado proceso de ‘nearshoring’ puede hacer que se reduzca todavía más esta proporción pues una parte importante del comercio es de proveedores de partes o intrafirma.
Un tercer desacoplamiento planteado por Bremmer es el relativo a las visiones al estilo de “America First”, que impulsó Trump, pero reproducidas en numerosos países.
El desencanto con los efectos de la globalización, que no logró generar mayor bienestar en amplios segmentos de muchos países emergentes, ha conducido a que lleguen al poder regímenes que abiertamente la cuestionan y aplican políticas que no apuestan al crecimiento del comercio mundial como vía para el desarrollo.
Desde el discurso de Trump, pasando por los gobiernos de Narendra Modi en India; Bolsonaro en Brasil o López Obrador en México, por citar solo unos casos, nos encontramos con gobiernos que ya no apuestan a la apertura sino a buscar un crecimiento basado en sus mercados domésticos.
Lo peor del caso es que este abandono de la tendencia a la globalización se produce precisamente cuando el tipo de desafíos que tenemos exigen respuestas globales.
La próxima pandemia, que es un hecho que habrá de producirse, requerirá un mayor esfuerzo de cooperación y coordinación si no queremos que tenga saldos aún peores que los que padecimos.
La respuesta al cambio climático no puede ser nacional pues su dimensión por naturaleza es global.
En la medida que haya esta tendencia a la fragmentación, el mundo puede quedarse sin respuestas frente a desafíos, que, si no abordan eficazmente, nos afectarían negativamente a todos.
¿Tendremos la habilidad como sociedades de construir una visión compartida frente a retos globales o entraremos a una etapa de desastres del cual la pandemia del covid 19 fue apenas el primer capítulo?