Fernando Dworak: Educar en el humor

La formación de la ciudadanía debe incluir arraigar los valores democráticos y educar en el humor
La formación de la ciudadanía debe incluir arraigar los valores democráticos y educar en el humor
Con alegría.La formación de la ciudadanía debe incluir arraigar los valores democráticos y educar en el humor
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Fernando Dworak
Analista y consultor político
2024-10-24 |07:02 Hrs.Actualización07:02 Hrs.

Estoy convencido que la formación de la ciudadanía no solo debe incluir arraigar los valores democráticos, como la tolerancia y el apoyo al libre intercambio de ideas para enriquecer el entorno de discusión, sino también educar en el humor como herramienta crítica y de cuestionamiento al poder. En ese entendido, es indispensable distinguir entre dos tipos de humor.

El primero es el más común: el ataque ad hominem, la ridiculización o incluso la cosificación de las personas. Lamentablemente es el más común en el debate público, y se nos ha enseñado que esos pastelazos y vómitos de bilis son graciosos. De hecho, si nos fijamos en el humorismo que presentan personas cómicas y caricaturistas en los dos extremos sin meter la víscera, nos daríamos cuenta de que la única cosa en la que se distinguen es el público al que se dirigen. De esa forma, en su miseria, se igualan, complementan y equilibran.

A final de cuentas, este tipo de humor es el que más conviene al poder por varias razones. Primera, mantiene a la gente altamente emotivizada, e incapaz de pensar más allá del estímulo que se le pone enfrente. Segunda, quien controla las emociones, sea a favor o en contra suyo, es quien controla el humor y dicta lo que es gracioso y lo que no. ¿Habrá quienes se opongan? Claro, pero como diría el famoso adagio de Jesús Reyes Heroles, todo lo que resiste, apoya.

Hay un peligro adicional. En su libro, Heil Hitler, el cerdo ha muerto, el escritor Rudolph Herzog expone, al analizar el humorismo durante el Tercer Reich, que un elemento que facilitó la segregación y posterior exterminio de la comunidad judía en Alemania fue el humor estereotipado y frontal con el que se les representaba: nariz aguileña, avaricia y a partir de ello, vulgaridad. En breve, la cosificación y la estereotipación puede abrir paso a una pendiente resbaladiza en la que podríamos perder todas las personas mientras se incrementa la radicalización.

Por otra parte, el segundo tipo de humor es lateral, más sofisticado y demoledor para el poder: la sátira. En lugar de involucrarse con personas, ataca y cuestiona al poder, exponiendo sus contradicciones y absurdos. Lejos de criticar defectos físicos, extrapola diálogos en situaciones inverosímiles, ironiza y desdobla. Al nacer de la indignación, ayuda a encontrar significados distintos a dichos y refranes, ayudándonos a distanciarnos emocionalmente de lo que vemos. A través de la distancia, aprendemos a dudar y cuestionar, gracias a la liberación que da una carcajada que parte de las epifanías y no de la víscera.

¿Recomendaciones? La sátira ha vivido en el canon de la novela, desde Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, el Quijote de Cervantes, el Tristram Shandyde Laurence Sterne, Jacques el fatalista de Diderot y podríamos irnos por horas hasta The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy de Douglas Adams. Hay una serie de libros que, aunque puedan parecer ligeros, son mucho más inteligentes: la serie Discworld de Terry Pratchett. 

En México, hay una tradición larga, como Jorge Ibargüengoitia o Luis Spota. ¿Qué tal si, aprovechando que sigue en cartelera, van a ver Casi el Paraíso, basada en una novela del segundo?