Fernando Dworak: ¿El último grupo político?

Es un político que formó un grupo de cuadros propios, el cual ha sobrevivido sexenio tras sexenio
Es un político que formó un grupo de cuadros propios, el cual ha sobrevivido sexenio tras sexenio
Marcelo Ebrard.Es un político que formó un grupo de cuadros propios, el cual ha sobrevivido sexenio tras sexenio
Cuartoscuro
autor
Fernando Dworak
Analista y consultor político
2023-09-21 |07:07 Hrs.Actualización07:06 Hrs.


Una de las primeras cosas que podríamos pensar al ver la lucha que sostiene Marcelo Ebrard con su todavía partido es: ¿qué haría Manuel Camacho en su lugar? No es solo por la aparente apuesta a que Claudia Sheinbaum no “prenda” ante la existencia de una candidatura alternativa como se intentó en 1994, o cómo la intención de arrastrar la confrontación hasta diciembre lleve a la mente la frase “choque de trenes” que acuñó hace muchos ayeres el ex amigo de Carlos Salinas de Gortari. Se trata de algo que ya no se ve: un político que formó un grupo de cuadros propios, el cual ha sobrevivido sexenio tras sexenio.

Eso era muy común en los años dorados del PRI, partido del que los camachistas salieron a mediados de los noventa del siglo pasado. De hecho, es raro que haya alguna persona política mayor de 65 años que no le deba su formación a alguna figura mayor, como Jesús Reyes Heroles o José Luis Lamadrid Sauza, por citar dos de los nombres más comunes. Bajo este esquema, no solo había una voluntad por impulsar nuevas generaciones, sino de formarlas políticamente, foguearlas, socializarlas y promoverlas. El resultado: una visión de espíritu de cuerpo, e identificaciones de grupo que generaban vínculos y lealtades.

¿Existió eso en otros partidos? Más allá de referencias a santones partidistas, no se observa mucho de ello. El panismo tiene a figuras cuyo valor se encuentra más en el apego a principios doctrinarios y su legado se reduce a citas grandilocuentes. Al mismo tiempo, han relegado a segundo plano a figuras pragmáticas y negociadoras, como Adolfo Christlieb Ibarrola. Al no haber esa visión formativa, tampoco hay espíritu de cuerpo. Si lo dudan, pregúntense cuántos presidentes de ese partido siguen militando ahí, para empezar. O cómo los grupos rotan, como si actuasen subtramas tropicalizadas de Game of Thrones.

¿Y la izquierda? Algunos “liderazgos morales” pueden repartir cuotas políticas, pero no se puede observar que hayan formado concienzudamente cuadros, más allá de dar clases de superioridad moral. Quizás Porfirio Muñoz Ledo entraría en la categoría de formadores, aunque el núcleo principal de su grupo político envejeció con él.

¿Se podría decir que López Obrador haya hecho escuela? Su estilo requiere de una imagen moral que le costó décadas tejer y arraigar en la conciencia de sus seguidores: es muy difícil heredar eso. Por ejemplo, para jugar el papel de víctima es necesario ser creíble tras años de luchas políticas. Al respecto, tanto Ricardo Anaya en 2018, ante los ataques que ha sufrido por sus propiedades, como Ebrard en 2015, tras las acusaciones por la Línea 12 que lo llevaron al exilio, saben que no se logra semejante credibilidad de la noche a la mañana.

Sin embargo, al parecer el excanciller ha aprendido la lección de no emular al presidente sin conocerle a profundidad, pues ha declarado que él sólo está haciendo lo que López Obrador haría en su situación: estirar la liga al máximo, para ver qué gana. Quizás es el único tema donde el tabasqueño dejará escuela. Fuera de eso, quizás solo deje obra pública y evocaciones que corresponderán cada vez más al terreno de las monografías.

Lamentablemente, a partir de finales de los 80 parece haberse perdido la tradición formativa al interior del PRI. En lugar de eso, existe la idea de “impulsar talento joven”, que en el mejor de los casos es generar una camarilla y tal vez fogueo. En el peor de los casos es una simulación para promover amistades, parentelas o querencias, pero de menor edad que los liderazgos en cuestión.

¿Habrá logrado Ebrard formar a una nueva generación? ¿Servirá eso para resistir los embates del oficialismo de aquí a diciembre, de tal forma que conserven poder de chantaje? ¿Lograrán implantar la idea de que la candidatura de Claudia Sheinbaum “no prende”? Veamos qué sucede en las próximas semanas.