Fernando Dworak: Para mí, usted es fascista

En esta época, se suelen usar palabras como "fascista" a la ligera
En esta época, se suelen usar palabras como "fascista" a la ligera
¿Tiempos de polarización?En esta época, se suelen usar palabras como "fascista" a la ligera
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Fernando Dworak
Analista y consultor político
2024-07-04 |19:39 Hrs.Actualización19:37 Hrs.

La falta de claridad sobre términos e idearios alimenta la polarización, toda vez que las palabras acaban significando lo que desea un grupo a costa de la calidad del debate público. En consecuencia, se fortalecen las posturas extremas. Tomemos para estos efectos la palabra “fascismo” y cómo se la ha estirado para definir personas o movimientos que poco tienen que ver, si acaso, con lo que realmente significa.

Hay un conjunto de opinadores antiobradoristas y personas sobre las que se pensaba tenían un mejor juicio que difunden el siguiente sofisma: “Si saben que el fascismo es de izquierda socialista y que el nazismo también, y que el populismo es el fascismo, como el de Morena, del siglo XXI ¿verdad?” La frase es emotiva, pero ¿se sostiene tanta maroma mental?

Para apoyar este argumento, también circula una infografía según la cual, y de acuerdo con el filósofo italiano Umberto Eco, se desglosan un conjunto de señales de alerta del fascismo: culto a la tradición y las raíces, abuso del miedo a lo diferente, un constante estado de amenaza, exaltación de la voluntad popular, oposición a la crítica analítica, obsesión por conspiradores y culpables externos, proclamación de un líder señalado como “la voz del pueblo”, control y represión de la sexualidad, acción antes que razón, lenguaje limitado y repetitivo, apelación a una clase social frustrada y rechazo a las ideas modernas.

El problema con la reproducción infografías como ésta, sin un análisis crítico, lleva a creer que se identifica el fascismo a través de un checklist simple, en lugar de distinguir cuáles elementos son de verdad esenciales para el fascismo y cuáles son tácticas a las que recurre cualquier régimen autoritario o totalitario. En consecuencia, cualquier grupo puede acusar a otro de ser fascista. Pero vayamos por partes.

¿Es el fascismo de izquierda? Según Edda Saccomani, en Diccionario de política, coordinado por Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, publicado en México por Siglo Veintiuno Editores: se destaca el monopolio de la representación política por parte de un partido único y de masas, una ideología centrada en el culto al jefe, la exaltación de la colectividad o el desprecio a los valores del individualismo liberal. Hasta ahí, es algo que puede decirse de cualquier sistema autoritario.

Hay dos elementos en la definición que hacen que el fascismo no sea de izquierda: el ideal de colaboración entre las clases, la contraposición frontal ante el socialismo y el comunismo y, sobre todo, el creciente dirigismo que sigue estatal en el ámbito de una economía que sigue siendo fundamentalmente privada. ¿Qué dice el comunismo al respecto? Lucha de clases, dictadura del proletariado y expropiación de los medios de producción. Al permitirse la acumulación de capital privado, se entienda que las plutocracias se benefician del sistema, por más que el discurso hable de las clases más desfavorecidas. Estas características forman parte de lo que conocemos como derechas. Además, es difícil pensar que una izquierda se meta en la sexualidad, como hace la derecha con políticas pro vida.

¿Qué aspectos son más bien tácticas? El nacionalismo exacerbado forma parte de la mayoría de los discursos autoritarios. Desde tiempos inmemoriales, se busca excluir de la comunidad a personas consideradas distintas, sea por credo, ideología o estilo de vida, desde los ghettos, campos de reeducación e incluso campos de exterminio según el grado de control y radicalismo. Los liderazgos carismáticos buscan identificarse con el pueblo, indistintamente de la ideología. Las teorías de las conspiraciones siempre han existido, desde las cacerías de bruja, judíos y herejes, obras de propaganda como los Protocolos de los Sabios de Sión hasta creer que hay gente con el poder de mover los acontecimientos mundiales. Incluso el empobrecimiento del lenguaje ha sido una táctica usual de control de masas desde los sofistas en la antigua Grecia. Considerar estos elementos como propios del fascismo es una falacia en el mejor de los casos.

Finalmente, ¿se puede considerar al populismo como una actualización del fascismo? Según politólogos como Kurt Weyland o Jan-Werner Müller, se trata de una estrategia política a través de la cual un líder personalista busca conquistar o ejerce el poder público basado sobre el apoyo directo y no distinguible de una gran cantidad de seguidores no organizados. Es decir, se cambia la atención de lo que se dice a lo que hace.

Bajo esta premisa, el pueblo es un agregado amplio y amorfo; correspondiéndole a un líder extraordinario el organizarlo y dirigirlo para cumplir las metas que aquel reconoce como “la voluntad popular”. Así, el líder teje un vínculo unificador con la masa y en una relación que se presenta como directa. La falta de organización del llamado “pueblo” se compensa por una comunicación y una movilización intensas y polarizante, cuyo objetivo es crear enemigos a quienes vencer a través de hitos “heroicos”. El objetivo: mantener una base de apoyo electoral, que le permita al régimen populista mantenerse en el poder. Al asumir lo anterior, se puede entender que haya populismos a lo largo del espectro político. Es decir, hay populismos de izquierda y de derecha.

Lamentablemente, reducir términos políticos a palabras fáciles o checklist simplones termina haciendo que, por ejemplo, una persona de izquierda critique a, digamos, Miley, Trump, Bukele o Netanyahu, mientras elogia a Hugo Chávez o Evo Morales y viceversa con simpatizantes de la derecha. Eso no solo abona a la polarización, sino también nos expone al riesgo de dar golpes de péndulo entre populismos durante las próximas décadas.