Aun cuando estoy seguro de que la reforma judicial será contraproducente, no me queda claro si la resolución de la Corte fue para mal o para bien. Todo dependerá de cuánto pensemos qué ha venido pasando de 2018 a hoy.
Aunque es el capricho de una persona a quien la democracia debía decir lo que deseaba escuchar, siendo una propuesta improvisada, hecha con la víscera y sin diagnóstico o estudio comparado alguno, es muy popular ante una mayoría que se identifica con los agravios, reales o supuestos, contra personas juzgadoras.Además, era perfectamente evitable: López Obrador amenazaba con ello desde el inicio del sexenio, y quedaba claro que en febrero se había presentado la iniciativa con la intención de servir de lema de campaña.
¿Qué pasó? Una serie de errores de cálculo, omisiones en actuación y soberbia de una oposición que nunca aprendió a leer al presidente, los cuales hicieron no solo atractiva, sino también deseable, reformar al Poder Judicial ante una mayoría. Mientras el gobierno tenía claro qué deseaba y cómo alcanzarlo, en cada paso del proceso vimos omisiones y errores garrafales por parte de quienes buscaban defender a las instituciones como las conocíamos.
Por ello mi duda de si el resultado fue para bien o para mal: ¿se tenían contemplados los escenarios en caso de que las 8 personas ministras se hubieran mantenido unidas, aparte de una serie hashtag “pegadores”, tuits combativos y marchas reactivas? ¿Qué capacidad tenían realmente para incidir en la opinión pública personas académicas y opinadoras que solo comunican a sus gradas? ¿O acaso pensaban que una supuesta presión internacional supliría su poca capacidad organizativa? Una vez más: no creo en la reforma, pero lo que se ha venido haciendo no basta si se desea remontar.
¿Qué sigue? Considero fantasioso creer que saldrá un movimiento político del personal del Poder Judicial: las vocaciones son distintas para ambas carreras o vocaciones. Incluso creer que las personas juzgadoras son, o deberían ser “conservadoras” es sobresimplificar al absurdo lo que hacen. Sin embargo, también queda claro que las personas juzgadoras deben incorporar habilidades políticas y comunicativas a su formación. Especialmente cuando la lucha electoral también será por ganar un imaginario dominado por el discurso moral del gobierno.
El proceso de selección, evaluación, designación y electoral del Poder Judicial está dominado por la improvisación. Cada etapa podrá ser impugnable. Además, es poco probable que lleguen las personas que no tienen capacidad de transmitir algo, más allá de conocimiento técnico. Sobre todo, será indispensable transmitir una alternativa a partir de saber comunicar la complejidad de las funciones de los cargos a elegir, y por qué la honestidad y la buena figura podrían ayudar, pero son insuficientes.
Espero que con esto, se tenga una mejor idea que, desde hace 2018 la verdadera lucha política no es por posiciones de poder, sino por la conquista del imaginario.