Hay algo en el estilo del Presidente y algunos de sus seguidores que recuerda al Chavo del 8. Ese personaje de la televisión que dominó durante años en millones de hogares mexicanos y latinoamericanos.
El programa del Chavo y sus personajes resultaron entrañables para generaciones enteras en el país. La Chilindrina, el profesor Jirafales (también conocido como “el maestro longaniza”), el Señor Barriga, el inigualable Don Ramón, Quico, la Bruja del 71, el Chapulín Colorado, el Doctor Chapatín. En fin, toda una gama que inundaba la televisión en el canal más importante de los cuatro que había disponibles en ese entonces.
Debo decir que pensaba escribir de esto desde inicio de la semana, así que me sorprendí ayer cuando vi un texto de Jorge Zepeda Patterson, quizá la pluma más inteligente de las que defienden al presidente, recordar al Chapulín Colorado por el decretazo o acuerdazo que se aventó el Presidente hace unos días. No contaban con mi astucia, una de las frases favoritas del personaje, se titula el texto de Zepeda, en alusión a la acción gandalla del Presidente que al columnista le pareció poco democrática, pero al parecer, muy divertida. Y es que, en efecto, hay mucho del mundo de Chespirito en el lopezobradorismo.
Cómo no acordarse del Chavo del 8 cuando se ilusionaba que iba a jugar a algo con sus amigos de la vecindad. Se emocionaba, como cualquier niño, e imaginaba cosas grandiosas en su juego, como cuando los chiquillos piensan que juegan el mundial y meten gol o el superhéroe que acaba con todos los malos. Es la mentalidad del Presidente y sus fieles cuando expresan sus fantasías como si fueran una realidad. Así lo podemos imaginar emocionadísimo dando una especie de pataditas al aire como el Chavo y diciendo: “y que llegaba yo, y que era presidente, y entonces todos se volvían buenos y que se acababa la corrupción y los narcos se arrepentían y que todos me querían. ¿Sale?”.
Lo mismo sucede con sus huestes. Se ilusionan con cualquier acción de su líder y se sienten obligados a llevar la experiencia a alcances verdaderamente ridículos, pero lo hacen con gran emoción, como cuando fue a la ONU o su visita a Estados Unidos y que, en plan Chavo, hubieran dicho: “y que entonces llegaba López Obrador a la ONU y que decía un gran discurso, y que entonces los ricos le daban su dinero a los pobres y que luego todos le decían que era el mejor estadista del mundo mundial y que luego le daban el Premio Nobel de la Paz y que entonces lo nombraban papa y todos se hincaban cuando pasaba él. ¿Sale?”.
Es el espíritu del Chavo, el del Chapulín Colorado, el que se pasea por Palacio Nacional y no el de Benito Juárez. Por ahí se aparece Doña Florinda, los miércoles son para la Chimoltrufia y en invierno se pone bufanda y abrigo el Doctor Chapatín; ya sabemos que, para que “no panda el cúnico”, el Ejército tiene el chipote chillón, y ya al final del sexenio escucharemos las disculpas del Presidente diciendo: “es que se me chispoteó”.