Se sabe. Quien habla sin freno todos los días cae en equivocaciones, contradicciones y disparates (el caso de la mañanera, que es como se conoce a la conferencia de prensa diaria del presidente López Obrador, es un ejemplo de los absurdos y desatinos que se pueden cometer cuando se cree que lo importante es simplemente hablar, decir algo, soltar palabras). Es normal que esto pase con las candidatas y candidatos a puestos de elección popular. También en quienes conducen programas de noticias de dos o tres horas diariamente. Es inevitable. En el caso de quienes buscan el voto ciudadano es todavía más delicado el asunto, pues la prensa está constantemente al acecho de esas equivocaciones, ya que hacen la nota de color o el chismorreo del día o, mejor aún: la gran equivocación de la campaña.
Si bien es cierto que, por su forma de ser desenfadada, era de Xóchitl Gálvez de quien se esperaban los desatinos de la campaña presidencial, lo que tenemos hasta hoy es que ese parte de la campaña ha corrido a cargo de Claudia Sheinbaum. “La doctora”, como le dicen reverencialmente sus allegados y lambiscones, ha dado de qué hablar más de una vez por sus errores garrafales a la hora de sus escenas y pronunciamientos públicos.
Si ya casi todo en la vida es memeable, “la doctora” ha resultado una fuente inagotable de memes y videos. Desde los videos con su marido en el que narran un itinerario de viaje en el que no parecen estar de acuerdo, o el insólito video en el que ella se carcajea solita porque la sacaron un día del salón por estar platicando. Nadie entendió sus risotadas, pero así lo publicaron. Y, claro, también están los videos en los que parece estarse jaloneando con Clara Brugada en una escena como de película de Capulina, o el spot en el que sale con la misma Brugada y el candidato a senador del Verde, el señor García Harfuch, en el que supuestamente son amiguis y comparten momentos de dicha y felicidad que resultó más falso que una moneda de ocho pesos. Tiesa, rígida, la señora Sheinbaum está lejos de proyectar esa imagen alivianada y fresca que pretenden sus publicistas. Se ve que “la doctora” sufre con esas cosas y que espera que esto termine para que concluya su calvario.
Sin embargo, sus equivocaciones discursivas no se quedan en un simple oso. Son fruto de la tensión permanente a la que está sometida la candidata respecto de la relación que tiene con su líder y jefe López Obrador. El temor al error le ha jugado feo. “Para que siga la corrupción”, dijo en el discurso de arranque de su campaña –el discurso más importante de su vida hasta ese momento–, haciendo levantar cejas entre los suyos y gran satisfacción en sus adversarios. La semana pasada en un lapsus dijo: “No vamos a llegar a la Presidencia como lo hizo el presidente Andrés Manuel, por una ambición personal”. Después, cuando le dijeron lo que había dicho, corrigió. Lo que revela que no se dio ni siquiera cuenta de su gazapo. Por supuesto, para quienes no formamos parte del club de fans de Andrés Manuel, la frase es precisa y elocuente: López Obrador llegó a la Presidencia por el motor de su ambición personal. No es poca cosa que una cercana esté de acuerdo en esta materia con sus adversarios.
Lo que pasa con Sheinbaum es que le falta calle. Es una candidata que ha tenido poca exposición pública ella sola. Lo que ha hecho bajo el manto protector de su jefe es algo que ahora no le sirve y comete errores de principiante en las campañas. Por lo pronto, lo más exitoso de sus discursos son sus errores.