Juan Ignacio Zavala: Cosas que salieron mal

Los mexicanos refrendaron no solamente su apoyo a Sheinbaum, sino también su repulsa a la oposición
Los mexicanos refrendaron no solamente su apoyo a Sheinbaum, sino también su repulsa a la oposición
El triunfo.Los mexicanos refrendaron no solamente su apoyo a Sheinbaum, sino también su repulsa a la oposición
Cuartoscuro
autor
Juan Ignacio Zavala
Consultor en comunicación
2024-06-05 |07:05 Hrs.Actualización07:05 Hrs.


Todo. Para la oposición todo salió mal; para Sheinbaum, nada. Las elecciones suelen tener veredictos difíciles, ajustados, que dejan huella porque dividen. Pero también tienen veredictos aplastantes como el de 2018, que mandó a la basura a los partidos de oposición. O eso creíamos. Hasta que llegó 2024 con Claudia Sheinbaum al frente y acabó con todo. Lo que no sepultó la elección en que salió presidente AMLO, lo terminó por enterrar Claudia en su contienda. Nada ha quedado del llamado “equilibrio”, “balance de poderes”; ninguna oportunidad para “el consenso”, “el diálogo”, “la participación plural y diversa”, nada. Estamos de vuelta en la época del partido único. Y eso no fue un capricho violento de los que suele tener López Obrador, ni una propuesta de Claudia: fue la voluntad irrestricta y tremendamente mayoritaria de los votantes mexicanos. 

¿Qué entendimos? Parece que nada. Y me refiero quienes hemos sido oposición sistemática a AMLO y a su proyecto, no sólo de gobierno sino también al de continuidad. El pasmo, por un lado, y la histérica negación por el otro, son muestra clara de lo que pasó. Cuando los opositores pensábamos que estábamos cerca de un cambio –aunque fuera en la CDMX–, nada: para atrás. Los mexicanos, en su inmensa mayoría, refrendaron no solamente su apoyo a Sheinbaum, sino también su repulsa a la oposición compuesta por PRI, PAN y PRD y a sus planes y candidatos, sí, pero también a quienes pensaban que tenían espacios de influencia en los medios de comunicación. Hay que decirlo: una muy buena parte de nuestra comentocracia gusta de dirigir las campañas y los discursos públicos, de gobernar desde los medios. AMLO no ha cedido ni un ápice en ese sentido. Claro, a falta de oposición presente, los medios fueron una trinchera. Las reiteradas opiniones y verdaderos gritos de condena ya en las cercanías de la elección en contra del Presidente y su candidata parece que más que alertar, alimentaron las ganas de votar por ese proyecto.

Ahí algo salió mal. Máynez y su naranja, tan odiados por la comentocracia, tuvieron estupendos resultados en lo federal. Morena, tan odiado por la comentocracia, tuvo los mejores resultados de la historia de nuestra democracia. El PAN, apapachado por la comentocracia, es tercer lugar en la Cámara de Diputados; el PRI, encubierto por la misma comentocracia, es el quinto lugar en la Cámara de Diputados, y el PRD, auspiciado en ese paraguas, está al borde de perder el registro como partido político. Un desastre. 

Hay que aceptar que se dio en el ámbito opositor una conversación circular. Se alimentaban a sí mismos. Un comentario salía de un texto; éste se comentaba en la radio, luego se tuiteaba y se retuiteba. El clima de opinión es nuestro, se jactaban; Twitter es nuestro, decían orondos los aliancistas. Más RT, más likes. Forotv presentaba una mesa de debate y Latinus te presentaba una hora después prácticamente ¡la misma mesa! (ya ni el trabajo de conseguir otros). Así las cosas, este año fue el del pensamiento plano. Todos repetían lo mismo. Que la candidata debe decir esto, que falló en aquello, que mejor diga, que no salga con éste, mejor que ya no ataque. Y la cereza: decir que esta elección se trata de democracia o autoritarismo. No creo que ese haya sido nunca el dilema, ni creo que los electores de Claudia lo hayan tenido en mente a la hora de votar. Pero si ese era el dilema, la respuesta es contundentemente mayoritaria. 

Algo tendrá que cambiar en ese sentido. El ambiente seguirá rasposo, pero quizá debiéramos saber cambiar de temas y medios y plataformas, que permitan entender qué pasa y qué se quiere. En esta elección los deseos de unos llevaron al patíbulo a encuestas y encuestadores: vendidos, irresponsables, traidores. Se llegó a descalificar a la técnica teniendo como sustento las intenciones “cívicas” personales. Y bueno, pues resultó que ellos (Covarrubias y Enkoll, por ejemplo) sí traían “otros datos” y fueron los atinados. 

Son cosas que salieron mal. Pero no las únicas. Abordaremos otras en las siguientes entregas.