Mucho se ha comentado del debate presidencial del domingo. Y está bien, finalmente es un evento que se da cada seis años y que vale la pena ver y comentar por lo que representa. Es una de las formas que tenemos los ciudadanos de conocer alguna faceta de aquellos que aspiran a gobernarnos. Por supuesto, no los conoceremos tal cual son, pues se ejercitan para no enseñar debilidades, pero eventualmente alguna cosa los saca del estudiado balance que deben mostrar y entonces sí podemos descubrir algo en ellos.
Como el resultado del domingo no quedó muy claro, unos dirán que ganó su candidata, otros que la suya, aquellos otros que el de ellos, y una minoría mamona pero infaltable en los temas públicos que dirá que todos son muy malos, que el nivel es bajísimo, que hay que aguantarse el asco para emitir el voto y que, por supuesto, nadie dijo ninguna propuesta “de fondo” para arreglar los problemas urgentes que enfrenta el país.
Dicho esto, podemos decir que el consenso general es que el evento organizado por el INE fue un desastre. Nadie terminó contento con el debate. Claudia se quejó, Xóchitl se quejó, Jorge se quejó, el Presidente se quejó, los conductores se deben estar quejando porque les echan la culpa, los comentaristas y opinadores se quejaron. Una porquería, pues. Se veían las divisiones de las mamparas, las tomas que hacían de las candidatas parecía que eran para perjudicarlas, los cronómetros fallaron –elementos fundamentales de un debate– y a las candidatas y al candidato se les hicieron preguntas que correspondían a otro debate, unos consejeros del propio INE se metieron a presenciar el debate en el estudio, lo cual no estaba aprobado, pero les valió un cacahuate. Se suponía que la bolsa de discusión de cinco minutos era para el intercambio entre candidatos –en esas bolsas se da la improvisación como lo fue con Ricky Riquín Canallín–, pero fue usado para hacer preguntas de manera indiscriminada. Una decepción completa, pero para la autoridad electoral el evento salió de maravilla –mal augurio para las elecciones–.
Los tres quedaron a deber, pudieron haberlo hecho mejor, aunque tuvieron buenos destellos. Xóchitl debió noquear, pero no lo hizo; Claudia demostró que, efectivamente, es de hielo, y Máynez finalmente se coló para tener conocimiento. Quedan dos debates más y seguramente repartirán en buena medida lo del domingo, pero mejor ejecutados. Para Claudia, será otra oportunidad de defender su ventaja (ya sea de 10, 30 o 720 puntos); para Xóchitl, podría ser su última oportunidad de colocarse como la contendiente, y Máynez puede finalmente descolgarse para incrementar puntos de manera favorable –un escenario que no es difícil de conseguir si se revisa lo sucedido el domingo–.
El INE y los partidos deberán poner un ojo a lo que viene. Los debates son para l@s candidat@s, no para los moderadores ni para los consejer@s del instituto. Lo pasado el domingo fue una falta de respeto a las candidatas y al candidato. No debe volver a pasar.