A la hora de mandar este texto al periódico no hay mucho que se pueda comentar respecto de los resultados de las elecciones. Proyecciones de resultados y nada más. Así que cuando usted lectora, lector, lectore, tenga esto ante sus ojos ya sabrá cosas que a la hora de escribirlo ignoramos.
Aparte de los resultados, las sorpresas y desilusiones que con ellos vengan, hay un asunto que debemos de resaltar: la confianza en el INE, una institución que se fue formando en décadas para ya, desde hace varios años, ganarse la confiabilidad de los ciudadanos.
No es un asunto de consejeras o consejeros nada más, por supuesto que su idoneidad es relevante, pero es una institución que sabe remontar los tiempos y dar respuesta a la demanda de los ciudadanos.
Aquel primer IFE, que para muchos es nostalgia, ha sido relevado con eficacia por quienes han formado parte del instituto. Con menos luces, cierto, pero con la misma dedicación y profesionalismo. Organizar una elección en todo el país no es cosa sencilla. El esfuerzo de miles de personas trabajando en torno al proceso electoral, que comienza varios meses antes del día de las elecciones, es de verdad un asunto digno de reconocimiento.
La jornada electoral se ve coronada por el esfuerzo de decenas de miles de ciudadanos que trabajan en las casillas para certificar el proceso. Mujeres y hombres que no reciben un solo peso por estar todo el día y buena parte de la noche facilitando el voto ciudadano. Son los vecinos los que dan sentido de comunidad al día de los comicios. No son los enviados del gobierno, los representantes de los partidos, sino gente de la propia comunidad la que garantiza la efectividad de la jornada electoral.
Es posible que estas elecciones intermedias sean de una gran participación. Ése era el objetivo al hacerlas concurrentes: que los ciudadanos se animaran a votar por diversas autoridades. Sacarlos de la modorra, el aburrimiento y el desencanto que muchas veces provoca la política y motivarlos a participar. Todo indica que eso se logró.
Elecciones competidas son sinónimo de interés público en el proceso y también significa que no todos estamos de acuerdo en determinadas decisiones y perfiles. Votar es nuestra participación en la discusión pública. Nos hemos acostumbrado a tener elecciones competidas y con resultados que todos respetan, cosa que no sucedía en el México de la nostalgia con el que sueña el Presidente. La normalidad democrática puede ser aburrida, pero el hecho de no tener sobresaltos, de tener comicios confiables y autoridades respetables es un logro del que los mexicanos pueden estar satisfechos, y esa satisfacción tiene siglas: INE.
Así que a todos los que participaron ayer en las elecciones no queda más que agradecerles. A los que armaron las urnas, cotejaron el padrón, pusieron la tinta, contaron los votos y entregaron un día de su vida a la maltrecha armonía nacional, gracias, es una altísima muestra de civismo y de aporte a la vida democrática. A todas ellas, a todos ellos: muchísimas gracias. Y a los que fueron a votar, también gracias.