Donde todos vimos zafarranchos, golpizas, sillazos y patadas, el presidente López Obrador vio una contienda democrática, un evento de participación militante, una fiesta cívica... Se trató, en todo caso, de las madrizas del bienestar: pequeños incidentes provocados por la pasión del debate ideológico. Así es todo: él tiene otros datos, tiene otra versión de la historia y hasta ha visto escenas de películas que nadie vio, como la que cuenta de El padrino.
No era de extrañar que en Morena las cosas empezaran a golpes. Ahí las cosas que empiezan así no acaban, porque ese movimiento es un pleito interminable. La democracia interna en los partidos es algo muy difícil de establecer, pues requiere, sobre todo, de disposición de los militantes y aceptación de las reglas del juego, así como de las instancias para dirimir diferencias. El único partido en México que ha tenido algo así fue el PAN, pero cuando se convirtió en una mala copia del PRI en sus procesos internos todo se fue al garete.
Morena, en su vida interna, sigue las normas que se dieron en el PRD cuando estaban López Obrador y otros de sus secuaces en ese partido: el pleito, los golpes, el fraude, la quema de urnas. Así que nadie puede decir que se trata de intrusos que querían echar a perder el evento de elecciones del movimiento que dirige tan atinadamente Mario Delgado.
El madrazo, el descontón, la amenaza y la agresión son parte de la estructura de conducta en ese mal llamado partido político. Y tiene sentido. Es el movimiento de una sola persona, cuyo líder se la pasa insultando a medio mundo, ya sea a otros países o personajes de la historia. El pleito y el agandalle son parte de su manera de hacer las cosas. Y como tienen mucho poder, pues tienen muchos pleitos. Efectivamente, ante la vapuleada oposición y sus patéticos liderazgos, solamente queda ver el denigrante espectáculo que dan los de Morena. Es más interesante ver qué va a pasar entre los candidatos morenistas al Estado de México, que lo que suceda en ese sentido en el PAN. Así que veremos harto zafarrancho.
El pleito es tan importante en la vida morenista que, si no tienen con quién echar bronca afuera, la echan adentro. Como cuando Ackerman e Irma Eréndira se dedicaron a dinamitar la candidatura del favorito del Presidente a Guerrero. Con tal de poner una bomba, son capaces de ponerla en su propia casa o en la de su amado líder.
Nada civilizado puede salir de un movimiento en el que el odio es uno de los ingredientes fundamentales de su existencia. Son incapaces de argumentar en la palestra, en el foro público, por eso mejor cantan la bronca, avientan el insulto. Así pues, sin novedad en el frente: habrá que acostumbrarse a la nueva política innovadora de la 4T: las madrizas del bienestar.