Nada más querían estar “donde hay”, qué revolución ni qué transformación. El olor a billete, la sensación de decidir sobre los demás, de tener lo que otros no tienen, la seguridad de decidir, de estar al lado “de los que mandan”, sentir “la plenitud del pinche poder”, como dijera un destacado priista. Ahorita, porque van dos años apenas, son unos millones, espérense a que sean cuatro años y las danzas serán de miles de millones. No son diferentes, son iguales, nada más que ahorita son poquiteros, pero ya van agarrando confianza con el presupuesto.
Pro supuesto, está el caso de Manuel Bartlett, un priista viejo como lo es el Presidente. El escándalo siempre lo ha perseguido, pero él resiste lo que sea y más con la protección del presidente López Obrador. Quizás él sí pueda decir como el meme que le hicieron: “Sí, pero en el PRI robé más”. Pero no extrañaba; de Bartlett cualquier cosa era esperable. Lo que sorprendió a todos fue la abierta defensa presidencial. Fue un aviso, una señal de que si estás cerca de él todo se vale, pues sobre ti caerá el manto protector de san Andrés.
Posiblemente, el caso más escandaloso por tratarse de un personaje particularmente asqueroso en su arrogancia y ruin en sus mentiras. Se trata de Epigmenio Ibarra, el principal propagandista del Presidente. Un tipo políticamente cobarde que siempre se arrima a dónde hay dinero, sean las telenovelas, las películas, la política o la vida de un fanático religioso como lo es quien habita en Palacio Nacional.
El señor Ibarra se ha dedicado a fustigar a quienes ejercieron el periodismo en el pasado. Para el palero mayor, no estar del lado de AMLO es no solamente estar equivocado, sino también estar sumido en la corrupción, haberse conducido de manera ilegal por años y recibir favores de los poderosos. Por lo tanto, nada más queda él y quien apruebe para ser los portadores de la buena nueva, de las bendiciones del señor Presidente. Azote de los “chayoteros”, flagelo de los corruptos, nos venimos a enterar de que, en plena pandemia, el hacedor de telenovelas y dramas lacrimógenos –como la presidencia de AMLO– recibió un crédito de 150 millones de pesos. Justo cuando las empresas no recibieron apoyo alguno del gobierno. Cuando muchos se disponían a la quiebra, el hombre que se dedica a la alabanza del poderoso es compensado con decenas de millones de pesos.
Epigmenio no solamente es una nulidad política, es un deshecho moral. Por supuesto, eso no es ningún obstáculo para que el sujeto tenga un altísimo concepto de sí mismo, por lo cual recurre a la alabanza propia, a colocarse como héroe ante el espejo, como un hombre de hierro, aunque los demás sepamos que es de paja. Hace unos meses en un tuit puso: "Me han peinado francotiradores. Me han disparado ráfagas directas. He estado a punto de que me fusilen. He caído en emboscadas. He estado a punto de volar hecho pedazos. Me he volcado tres veces. Me salí por el parabrisas a 160 kilómetros por hora. ¿De verdad creen que con insultos me intimidan?”. De risa loca. Pobre hombre. Además, en efecto, ya sabemos que lo único que lo intimida es el dinero. Bueno, lo intimida y lo sublima.
Son igualitos que sus enemigos. Ahorita la defensa es solamente de cantidades. Son lo mismo, pero más barato.