Luis Carlos Ugalde: Cambio de régimen

El cambio de partido en el gobierno no ha significado un cambio de régimen, escribe Ugalde
El cambio de partido en el gobierno no ha significado un cambio de régimen, escribe Ugalde
Frente opositor.El cambio de partido en el gobierno no ha significado un cambio de régimen, escribe Ugalde
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Luis Carlos Ugalde
Director General de Integralia Consultores. Conferencista y profesor universitario. Consejero presidente del IFE en 2003-2007
2017-07-04 |08:24 Hrs.Actualización10:04 Hrs.

Ese es el objetivo del Frente Amplio Opositor, según ha dicho el presidente del PAN: “Convocar a un frente amplio opositor […] que convoque a actores políticos, actores sociales, actores académicos, que nos permita sacar al PRI por un lado y por otro lado darle a México un gobierno de coalición, un gobierno honesto y de resultados en beneficio de la gente”.

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La idea no es nueva. Fue la bandera de Vicente Fox como candidato del PAN a la Presidencia de la República en 1999-2000. Según él, sacar al PRI de Los Pinos era la llave mágica para acabar con la corrupción, el abuso del poder y el atraso económico. También se dijo en 2010 cuando hubo alianzas antiPRI en varias entidades. El candidato de la coalición PAN–PRD a Oaxaca, Gabino Cué, decía que “el cambio ya nada lo detiene […] para enderezar la ruta y corregir todo lo que se ha hecho mal a lo largo de los últimos años”. 

Mario López Valdez, Malova, también electo bajo la misma coalición en Sinaloa, decía que “2010 será recordado como el año en el que los sinaloenses vencieron el miedo, la apatía y la desconfianza en la política, para hacer ganar a una candidatura ciudadana, una coalición opositora”.

¿Ha habido cambio de régimen cuando hubo cambio de partido en el gobierno? No. Los años de gobiernos panistas a nivel nacional no significaron un cambio de fondo, eso es, romper con la impunidad y la corrupción del sistema político. No sólo eso, la corrupción se atrincheró como nunca antes en gobiernos estatales, casi todos gobernados por el PRI, con la aquiescencia o “vista gorda” del gobierno federal. Aunque los dos gobiernos panistas no acumularon escándalos de corrupción, fueron omisos en combatir la corrupción de otros. 

La experiencia de alternancias estatales es semejante. Gabino Cué, exgobernador de Oaxaca, ha sido denunciado por detonar la corrupción como sus antecesores del PRI. Benjamín Robles, senador del PRD, lo ha acusado de ser “el principal responsable de conducir al estado de Oaxaca a una situación de lastre económico y de altos índices de corrupción”. El exgobernador Malova ha sido señalado por desorden administrativo y presuntos actos de corrupción; el mismo PAN se deslindó hace algunos años de él, a pesar de haberlo llevado al poder en 2010 y lo acusó de haberse coludido con el PRI.

Hasta ahora no existe evidencia de que sacar al PRI del poder sea la ruta para cambiar al régimen. La excepción puede ser Javier Corral, candidato del PAN al gobierno de Chihuahua en 2016 (aunque apoyado por un sector del PRD), cuyas convicciones personales pueden hacer un cambio significativo para combatir la impunidad en esa entidad. En Veracruz, donde hubo coalición PAN–PRD el año pasado, puede haber también algunos resultados, más por un cálculo de pragmatismo que por convicciones democráticas. También podría haber resultados en Quintana Roo, donde el expriista Carlos Joaquín ganó apoyado por el PAN y el PRD. 

Aunque fue propulsor del Sistema Nacional Anticorrupción, no hay evidencia de que el PAN en el ámbito nacional haya llevado a cabo acciones concretas para atacar la corrupción en los últimos años –más allá de la retórica o de la aprobación de leyes–.No ha empujado ninguna acción para acabar con la práctica de los moches en los congresos del país ni la opacidad de las asignaciones de grupos parlamentarios. 

Tampoco ha hecho nada para combatir el exceso del gasto de las campañas: hace pocas semanas se deslindó de la iniciativa de Pedro Kumamoto para bajar las prerrogativas de los partidos. 

Lo mismo ocurre en el caso del PRD. El exgobernador Ángel Aguirre, quien desplazó al PRI del gobierno de Guerrero en 2009 bajo las siglas de la izquierda, no sólo propició la corrupción sino la ingobernabilidad en aquella entidad. 

El PRD tampoco ha emprendido alguna acción concreta en la Ciudad de México para combatir la corrupción en los permisos de construcción o de uso de suelo en las delegaciones. Ha propiciado la explosión clientelista y burocrática en la Asamblea de la CDMX, lo que ha propiciado corrupción, moches y desorden administrativo. 

Del PRI se pueden decir estas y muchas otras historias –más en número porque gobierna en más entidades y tiene más diputados y alcaldes que el resto de los partidos. Teniendo la oportunidad de cambiar su rostro a partir del 2012, cuando regresó a Los Pinos, sólo ha dilapidado la oportunidad y muchos de sus gobernadores han abusado del dinero público y degradado la vida pública. 

Que el PRI sea más señalado por la corrupción se debe quizá a que tiene más visibilidad porque gobierna más entidades, pero no se observa una genética diferente entre los integrantes de uno u otro partido.

Me da gusto que haya una propuesta para cambiar de régimen, si por ello se entiende combatir la impunidad y la corrupción. Aunque no hay ningún récord que dé credibilidad a los partidos que la proponen, si esa coalición aterriza con claridad una oferta de gobierno para combatir esos males, puede despertar el interés de muchos votantes y ganar muchas simpatías. 

La ventaja que puede tener la coalición PAN–PRD frente a López Obrador es que, mientras éste cree que él es la solución de la corrupción –dijo en una entrevista con Ciro Gómez Leyva que llegando a la Presidencia “nadie va a robar porque nadie tendrá la necesidad de hacerlo”–, la coalición puede proponer medidas claras para atender este grave problema. Si así lo hace puede ganar el beneficio de la duda.