Entramos en la etapa final del gobierno del presidente López Obrador, y ya es momento de comenzar a analizar logros y descalabros, pendientes y fracasos. Más allá de la mitad de su mandato, podemos apreciar con mayor claridad diversas realidades que, para muchos, significan el mejor gobierno en décadas, y paradójicamente para otros, el peor.
Y es que a sólo 24 meses de que concluya su sexenio, y una carrera abierta a las presidenciales del 2024, donde dos secretarios de Estado, una jefa de gobierno y un senador se encuentran en franca competencia entre giras y eventos públicos, nos hacen percibir el adiós de una etapa que buscó construir López Obrador.
El presidente mismo se ha justificado y ha aclarado que diversas obras y acciones, aún pendientes, serán concluidas hasta el siguiente sexenio. Es evidente que ha tenido que rectificar en varias ocasiones sus planes, en otras, se ha empecinado en aferrarse a ellos, a pesar de una crisis que puso en jaque al mundo, la pandemia por Covid-19.
López Obrador inició su gobierno con decenas de promesas que generaron altas expectativas de cambio para México. El eslogan que repiten él y sus seguidores, miles y miles de veces, “la cuarta transformación de nuestro país”, comienza a entrar en etapa de revisión.
Preguntas del tipo: ¿dónde está el cambio?, ¿qué tiene de distinto este gobierno respecto a los anteriores?, ¿cuáles son las diferencias entre los cambios y las obligaciones de un gobierno?, entre otras, formarán parte de la narrativa que durante los próximos meses la sociedad civil comenzará a discutir.
Como siempre, los logros y retrocesos se verán siempre desde los intereses y experiencias de cada quien. Para muchos el país está en un proceso de cambio; para otros, se vive un retroceso.
¿Cómo tendríamos que comenzar a analizar los resultados, retrocesos o fracasos?
Los números no mienten, pero también pueden ser vistos y adecuados al punto de vista de críticos y seguidores. Por ejemplo, López Obrador celebra por todo lo alto que México rompió récord en creación de trabajos formales. El último dato así lo indica: “Empleo formal supera en 1 millón el nivel precovid”, titula El Financiero en su edición de ayer, para llegar a un máximo de más de 21 millones registrados en el IMSS. Antes de la pandemia era de 20 millones.
Pero, para muchos, este crecimiento no es suficiente, porque hacia donde se tiene que voltear es hacia el sector de la informalidad, ya que paralelamente, cada año, se suman precisamente 1 millón de personas a la Población Económicamente Activa. Es decir, entre la recuperación prepandemia y los nuevos jóvenes listos para trabajar, gran parte se va al sector informal. ¿Para un gobierno, qué es obligación y/o qué son medidas que significan un cambio estructural?
¿Qué es suficiente y qué no? López Obrador inició su gobierno con múltiples promesas de campaña, como la concreción de un sistema de refinerías, el tren maya, el impulso del sector eléctrico, acabar con la corrupción, crecer por arriba del 4 y 6 por ciento del PIB, acabar con la violencia en 6 meses, entre muchas, muchas cosas más, las cuales la mayoría aún están en proceso de concluir sin que esto signifique que habrá buenos resultados, como la Refinería de Dos Bocas, u otras que aún operan en niveles ínfimos respecto a lo programado, como el aeropuerto Felipe Ángeles.
Para muchos esto no es preocupante, pues, al igual que el presidente, han cambiando la narrativa y comenzado a justificar que los planes originales se han tenido que ir modificando. Pero ojo, porque en todo gobierno, las crisis son inminentes, y para eso también se tiene que estar preparado. Ahora nos cambian el crecimiento del PIB del 6 por ciento por índices de felicidad.
Hay cosas que sí ha consolidado el presidente, con un éxito irrefutable, la expansión y arraigo de Morena en todo el país. Los estados de México se han coloreado de guinda. Política y estructuralmente, el movimiento del presidente ha sido toda una victoria, lo cual es sinónimo de recursos y miles de puestos en la burocracia que dispondrán quienes lo sigan y lo convenzan.
Y la pobreza… sigue aumentando. En la última medición del Coneval, concluyó que pasó a 43.9% entre 2018 y 2020, es decir, el número de personas en pobreza creció de 51.9 a 55.7 millones de personas. Lamentablemente los programas asistencialistas, como la pensión a las personas adultas mayores, no han dado resultados en cuanto a la generación de desarrollo.
La corrupción sigue patentándose en el interior del gobierno, Segalmex, es sólo uno de esos casos escandalosos. Pero también ahí están las recientes observaciones de la Auditoría Superior de la Federación a la CFE, donde detectó más de 10 mil millones de pesos sin comprobar en la Cuenta Pública 2021, sólo por citar dos instancias de los casos más recientes.
Y no se diga la impunidad. Según el Índice Global de Estado de Derecho, de World Justice Project, México ha retrocedido por cuarto año consecutivo, colocándonos en el lugar 115 de 140 países que fueron evaluados. Desde 2019, cada año hemos retrocedido un punto. Dentro de los factores que se evalúan, subrayan el deterioro del sistema de justicia civil y el debilitamiento de los contrapesos no gubernamentales, como la sociedad civil y la prensa.
El presidente López Obrador, al asumir el mandato de gobernar México en 2018, se comprometió a cumplir 45 promesas. De esas, debemos de comenzar a hablar y saber decir, objetivamente, si las ha cumplido, las hará cumplir, cómo van los resultados pronosticados y si todo ello conlleva a la tan prometida transformación, o bien, sólo fueron juegos de artificios.