En esta ocasión, haciendo eco al momento que vive el país encabezado por las mujeres en demanda de justicia, paz, empatía y cambio, cedo este espacio de reflexión para divulgar las palabras de una compañera de lucha a quien admiro profundamente. El siguiente texto es de Susana de la Rosa, Presidenta de Futuro Jalisco.
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Hemos iniciado el año con dolorosas noticias, cada día del mes de enero de 2020, de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, al menos 10 mujeres fueron víctimas de feminicidio en nuestro país. Todos los días hay 10 asesinatos como los de Fátima e Ingrid.
Esto ha sido tan potente que ha aterrizado en las pláticas cotidianas. Es un momento que está marcando al país, las mujeres están haciendo historia, ya no nos queremos quedar calladas, ya no queremos aparentar que “todo está bien”, estamos organizadas y ocupadas en señalar que no es normal vivir esta violencia.
Marchar el 8 de marzo y parar el 9 de marzo tiene que ver con ello, tomar esta fecha simbólica para reflexionar las violencias que como humanidad reproducimos, que va en aumento para todas y para todos; y que las mujeres las vivimos todos lo días, tanto en el espacio público, como privado.
La organización Equis Justicia menciona que de 2004 a 2016 el 33% de mujeres fueron asesinadas en su casa contra un 12% de hombres. Eso significa que las mujeres tienen una mayor probabilidad de ser asesinadas en un contexto de violencia familiar. Además de la violencia en casa, el acoso en las calles también es tema de todos los días.
Al contrastarlo con la realidad y experiencias en las que he participado, estos datos hacen sentido.
En 2011 me sumé a colaborar en una organización llamada “ddeser”, donde acompañé a mujeres de distintas edades y contextos en su educación sexual, brindando talleres, acompañándolas en sus decisiones y aprendiendo juntas. Me di cuenta de la falta de cultura que se nos brinda para conocer nuestros cuerpos, platicar entre nosotras sobre ello y las dificultades para que aquellas con pocas oportunidades puedan tener acceso a este conocimiento.
Más tarde, hice mi servicio social en el IMSS. Trabajé con un grupo de adultas mayores, con ellas aprendí de su trayectoria como madres, muchas coincidían en que desconocían su cuerpo, que no tuvieron contacto sexual por placer, se dedicaban tiempo completo al hogar, vivieron embarazos solas y sufrieron violencia familiar junto con sus hijos e hijas por parte de su pareja, principalmente provocado por el exceso de bebida alcohólica y dificultades económicas familiares.
Durante el año pasado fui a escuchar y conocer a personas de distintos municipios de Jalisco. Hubo uno que me marcó en especial, en ese municipio llegaron puras mujeres a la reunión, me platicaron de su trabajo en el campo, de media jornada para regresar a casa con sus hijos e hijas. Nombramos la violencia familiar. Sólo se animó una mujer de un grupo de 40, y dijo: “de eso no se habla”, “lo que pasa en casa se queda en casa”.
Estas realidades me han hecho reflexionar más. Todas y todos estamos aprendiendo en medio de distintos sentimientos, desde el dolor, la tristeza, la frustración, el enojo, el miedo, pero también desde la empatía.
Hay mujeres que salen a las calles, otras que están empezando a reflexionar, otras que no salen porque no pueden pero apoyan, otras que desde las instituciones están buscando incidir y eso nunca se había visto.
Estamos tan hartas y tan cansadas que cada una, desde donde está, queremos hacer un mejor país para todas y para las que vienen. Ser niña en este país no debe de ser el mayor peligro al que nos tengamos que enfrentar. Que el #8M siempre sirva para reflexionar entre nosotras y también entre ellos.