Opinión: Juana Cuevas y el retrato de un fanático

Según Pablo Hiriart, a algunos les enfurece que Juana Cuevas sea sencilla y no mande a algún ayudante al súper.
Según Pablo Hiriart, a algunos les enfurece que Juana Cuevas sea sencilla y no mande a algún ayudante al súper.
La pareja.Según Pablo Hiriart, a algunos les enfurece que Juana Cuevas sea sencilla y no mande a algún ayudante al súper.
Cuartoscuro
autor
Pablo Hiriart
Periodista
2018-01-03 |07:16 Hrs.Actualización07:16 Hrs.

La furia desatada en las redes por una fotografía de Juana Cuevas haciendo las compras en un supermercado llegó a niveles de histeria cargada de insultos. Así es ella. Sencilla. Cuál es el problema.

Esos mismos atacantes elogiaron hace poco a la señora Beatriz Gutiérrez que subió a la red un video suyo en el que cantaba trova cubana.

Canta bien, perfecto.

Los insultos procaces contra Juana Cuevas (esposa de José Antonio Meade) y el halago a Beatriz Gutiérrez (esposa de López Obrador), es porque los seguidores del candidato de Morena están convencidos de que sólo lo que rodea a AMLO tiene el monopolio de la virtud.

Les enfurece que Juana Cuevas sea sencilla y no mande a algún ayudante al súper.

Son incapaces de aceptar que alguien que no es hoja de su cebolla pueda tener cualidades.

Odian y desprecian todo lo que venga de quien piensa diferente. Por eso no aprenden nada. La virtud sólo florece en el jardín de su líder y en ellos, que lo siguen. Y el que deje de seguirlo pierde la virtud.

López Obrador y su discurso mesiánico e intolerante han inoculado ese odio en un sector del país. Así, precisamente, es un fanático.

“…ese terrible pensamiento con anteojeras hará de él uno de esos espíritus estrechos y rigoristas para los que sólo la propia verdad es cierta; sólo la propia virtud, virtuosa; sólo el propio cristianismo, cristiano. Quien no piense como él, un criminal… tiene el oscuro valor del poseído de sí mismo… en su dureza arde al mismo tiempo una peligrosa alegría por su propia dureza; en su intolerancia, un oscuro placer por su propia infalibilidad… Porque este viejo fanático no conoce otra alegría sino el triunfo del egocentrismo, ninguna otra justicia sino la victoria de su causa.

“…no quiere más que dar órdenes y sólo acepta la credulidad obediente, no hay compromisos; todo cortejo y todo intento por atraérselo no hará más que volverlo más duro, sarcástico y exigente. Todos los intentos de entendimiento se estrellan contra ese pétreo bloque de terquedad satisfecha de sí misma. Aquellos que dicen pelear por Dios siempre son los hombres menos pacíficos del mundo: como creen oír el mensaje celestial, sus oídos están sordos a toda humanidad”.

Lo entrecomillado no se escribió específicamente para López Obrador, sino para el fanático religioso John Knox, en el libro María Estuardo, de Stefan Zweig.

Con lo anterior quiero decir que los fanáticos y los iluminados son iguales en el siglo XVI que en el XXI.

Uno de ellos estará en la boleta electoral este año y puede convertirse en Presidente de México si no aquilatamos el daño que una personalidad así puede causar al país, en caso de alcanzar la máxima magistratura.

Ya ha hecho daño, al recorrer el territorio en la tarea de sembrar el odio de mexicanos contra otros mexicanos.

Esa polarización se expresa en redes sociales, donde hay legiones de seguidores de AMLO que calumnian, insultan y amenazan.

Han llegado al extremo de contratar especialistas extranjeros que desde otras latitudes, cómodamente instalados tras una computadora, diseminan el odio y el desprecio entre nosotros. Pagan por eso.

El caso de una simple fotografía de Juana Cuevas en el súper, nos muestra hasta qué punto se encuentran poseídos por el fanatismo los seguidores de López Obrador.

¿Queremos eso en el gobierno de México?

Tengo la impresión de que la mayoría aspira a ver con naturalidad a la esposa de un candidato presidencial en el supermercado, y oír con gusto a la señora Beatriz Gutiérrez cantar lo que le venga en gana.