Pablo Hiriart: El divorcio imposible

Se ha tensado por diversas decisiones de López Obrador
Se ha tensado por diversas decisiones de López Obrador
La relación México-EU.Se ha tensado por diversas decisiones de López Obrador
Cuartoscuro
autor
Pablo Hiriart
Periodista
2022-12-14 |07:25 Hrs.Actualización07:24 Hrs.

La relación México-Estados Unidos es aún más complicada que la de un matrimonio mal avenido, pues este último tiene el recurso del divorcio que existe en la ley desde los tiempos de Venustiano Carranza.

Como dijo en entrevista con este diario la exembajadora de Estados Unidos en México Roberta Jacobson, “no puedes divorciarte de un vecino con el que compartes tantas cosas”.

Es decir, no hay manera de llevarnos el país a ningún otro lado ni el vecino puede hacer un enroque con Canadá.

Los 3 mil 200 kilómetros de frontera los vamos a compartir siempre. Siempre. No hay manera. Y los dos países eligen si llevarse bien o mal.

Hace varios años asistí a la cena de un presidente de México con la comunidad financiera judía en Nueva York, donde nuestro presidente arrancó su discurso con una broma ante la conspicua concurrencia:

“Al entrar, alguno de ustedes me dijo: pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. Yo le contesté: pobre Israel, tan cerca de Dios y tan lejos de Estados Unidos”.

La vecindad es irremediable, por lo que es necesario sacarle el mayor provecho en beneficio de ambos y no pretender asfixiar al otro, como quiso hacer un político improvisado y xenófobo como Donald Trump.

Esa relación con Estados Unidos debe ser un trampolín para impulsar nuestro desarrollo, y no una fuente de rencillas que la miopía de los gobernantes suele transformar en crisis.

Dado que la vecindad es inevitable e irremediable, México debe frenar el tráfico ilegal de migrantes hacia Estados Unidos a través de nuestro territorio.

La migración desordenada e ilegal le crea graves problemas a quien gobierne Estados Unidos, y será siempre una fuente de tensión y animadversión hacia México, muy aprovechable por demagogos e impulsivos antimexicanos.

Hay que impedir con la mayor seriedad y compromiso la producción de drogas sintéticas en el territorio nacional, y combatir la exportación de ese veneno llamado fentanilo a Estados Unidos, porque mata a más de 100 mil vecinos cada año.

No hacerlo da lugar a que un nacionalista fanático como Trump plantee al gabinete de seguridad su interés por bombardear México. Algún día le pueden decir que sí.

Y Estados Unidos, por realismo, tiene que impulsar el crecimiento económico en México para dejar de discutir por migración, y porque le conviene un vecino con capacidad de compra.

Hace poco más de 30 años, cuando cayó el Muro de Berlín y países que pertenecían al derruido Pacto de Varsovia salieron de la égida soviética, México tuvo la audacia de plantear un Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Así la atención de la súper potencia vencedora de la Guerra Fría no se volcaría únicamente a favorecer con créditos e inversiones a esos países que emergían a la economía de mercado.

Tres décadas después se nos vuelve a presentar una oportunidad parecida, con el deterioro de la relación entre nuestro vecino y China.

Qué mejor para Estados Unidos que muchas de sus grandes empresas salgan de China y otros lugares de Asia, y se instalen al lado suyo, en México.

Eso es ganar-ganar entre vecinos. Y también para las empresas, especialmente las grandes tecnológicas que están siendo hostigadas con regulaciones por el régimen de Xi Jinping.

Claro, para ello el gobierno mexicano debe tener claro de qué lado va a jugar.

No estamos, como en la época de la Guerra Fría, ante una lucha por imponer una ideología: o con melón o con sandía. Había que tomar prudente distancia.

Ahora nos encontramos ante una disputa comercial, por el dominio de la información, del conocimiento, entre nuestro vecino y China (que además es una dictadura).

Si le entregamos el control informático de nuestros puertos internacionales a empresas del Partido Comunista chino, no vamos a llegar muy lejos. Es una señal de que nuestros gobernantes no saben dónde están parados.

Hay que ofrecer, para nuestro bien y del vecino, Estado de derecho.

Invertir en atractivos para que esas grandes empresas que ahora están en China, se deslocalicen (nearshoring) y vengan a México.

Invertir en educación, con énfasis en ciencia y tecnología para que los nuestros accedan a puestos de trabajo bien remunerados.

Pero si se cambian las reglas del juego cuando las inversiones van a la mitad o ya están hechas…

Si nos peleamos con la educación de calidad…

Se persigue judicialmente a más de medio centenar de científicos…

Se destruyen los apoyos para que jóvenes mexicanos estudien en el exterior...

Se rompe la colaboración gobierno-industria para preparar técnicos y científicos…

Se rechace la inversión en energías limpias…

Si nos dedicamos a desestabilizar democracias en América Latina…

Entonces nos estaremos condenando a una mala vecindad. A vivir de las remesas y de lo que vaya quedando de las exportaciones que nos dio esa primera y gran oportunidad que sí aprovechamos: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.