Es innegable que el país pasa por una temporada económica complicada. Podríamos aquí centrarnos en señalar errores, omisiones o fallas. Sin embargo, creo que justo son este tipo de momentos los que nos invitan a reflexionar sobre alternativas para cambiar esta situación haciendo a un lado colores partidistas o las fobias electorales. Buscar activamente que le vaya bien a México está antes que cualquier administración en turno.
Por eso, creo que es pertinente plantearnos ideas que permitan hacer crecer el potencial económico de México. Para lograr este objetivo creo que se podrían seguir muchas estrategias, pero particularmente una podría destacar por su potencial: impulsar la innovación en nuestro país.
Suena a una idea sencilla, pero es todo lo contrario. Requiere de un proceso de colaboración ambicioso: pasar de un modelo industrial de maquila a uno de desarrollo y diseño, implica ponerle lana a través de fondos mixtos, de aprovechar todo el potencial de las instituciones educativas y de la coordinación entre gobiernos y empresas.
Para lograr este objetivo es fundamental entender que la innovación es un proceso que, contrario a lo que muchas veces se cree, requiere mucho más que mero ingenio, atrevimiento o creatividad. A pesar de que podría parecer un acontecimiento profundamente individual, donde una persona dedicada a la ciencia desarrolla tecnología de punta a través de experimentos, la innovación es el resultado de un sinfín de condiciones económicas y sociales que por alguna razón suceden al mismo tiempo.
En palabras de William Lazonick, la innovación se trata de un proceso colectivo, acumulativo e incierto. Esto implica que para poder lograr algo nuevo sobre la faz de la tierra es necesario utilizar conocimientos y técnicas previas de otros individuos o empresas. Se desdibujan los límites entre fronteras, áreas del conocimiento y épocas para utilizar los avances de otras personas como base de nuevos inventos, tecnologías o desarrollos.
Pero no todo es miel sobre hojuelas: la falta de certidumbre, de lograr adelantos o de que incluso lográndolos pudieran no ser redituables económicamente, puede desmotivar a quienes buscan crear alternativas innovadoras. Aquí es donde la colaboración juega un papel fundamental: el encuentro con otras personas, empresas o gobiernos puede permitir pasos agigantados para evitar errores.
Pero, ¿cómo podemos generar riqueza y desarrollo justo a partir de la innovación en México? La teoría sobre innovación plantea que los mejores lugares para desarrollar nuevas tecnologías, servicios o productos son las ciudades o regiones que tienen ecosistemas colaborativos. Para lograr el éxito, estos sitios atraen industrias especializadas en ramos muy similares y esto permite la acumulación y diseminación de conocimiento y experiencia.
Quizás el caso más conocido al respecto sea el famoso Silicon Valley con su potente desarrollo tecnológico. Sin embargo, a lo largo de la historia han existido otros polos de desarrollo especializados en una industria específica como en la región de Emilia-Romaña, en el norte de Italia, y su desarrollo y especialización en la industria automotriz, o Lancashire con su famosa industria textil que logró aglutinar una enorme cadena de productores y servicios relacionados con el algodón, su comercio y procesamiento.
En todos estos casos, las condiciones para convertir éstas en regiones innovadoras fueron el desarrollo de infraestructura que les permitió movilizar recursos y personas, el impulso al crédito a pequeñas y medianas empresas y la coordinación entre entes gubernamentales y de la iniciativa privada.
Por ello, el desarrollo de regiones orientadas a ciertas industrias podría ser una gran idea para desarrollar la innovación en el país. Ya existen casos exitosos en distintos estados que podrían ser la semilla para esta idea como Jalisco y su desarrollo tecnológico o el Bajío y su orientación aeronáutica y automotriz. En ambos casos el reto tendrá que ver con dejar de ser solo un lugar de la manufactura para pasar a generar conocimiento y desarrollo de tecnología.
Lo interesante de la innovación es que cada estado del país tiene potencial para generarla. Sirvan estas líneas para seguir discutiendo sobre las alternativas económicas para nuestro país y particularmente sobre una que podría ser muy viable: el impulso a regiones de innovación industrial.