Chile vivió este domingo una jornada histórica en la que se llevó a cabo el plebiscito constitucional. Este proceso significaba que el país tenía la oportunidad para decidir si se mantenía la constitución actual o se escribía una nueva. Los resultados le dieron una victoria contundente a la renovación del pacto social: el 78% del electorado eligió que se hiciera una nueva carta magna, y con ello se deroga la hecha en los años 80, en plena dictadura de Pinochet.
Este resultado significa la combinación de factores: protestas multitudinarias, mesas de negociación, reformas, procesos de pedagogía política y, desde luego, el encuentro con millones de personas en búsqueda de dignidad y democracia. Pero también de una reacción violenta y autoritaria por parte de un Gobierno que no dudó en usar a la fuerza policial para torturar, humillar y hasta, como lo documentó el diario New York Times, tratar de dejar ciega a su población a disparos de balas de goma.
Pasó un año y una semana desde que arrancaron las primeras movilizaciones, en las que las y los estudiantes adolescentes jugaron un papel fundamental, pues mostraron su descontento frente al aumento en la tarifa del transporte público saltando los torniquetes. La violencia utilizada para reprimir a este movimiento desencadenaría una semana después la manifestación más grande que se haya registrado en Chile: un millón y medio de personas en las calles iniciaron con una transformación profunda para el país.
El estallido de estas movilizaciones desvaneció la idea de que las cosas estaban bien en Chile y que su modelo de desarrollo económico, que tendía a disminuir al Estado, funcionaba.
“Imagínate que millones de personas en Chile vivían todos los días aguantando injusticias: pensiones de miseria, sueldos que no permitían llegar a fin de mes y deudas para financiar la salud o educación. Y al mismo tiempo veían en la televisión los abusos de parte de los empresarios, abusos de parte de algunos políticos, abuso de parte de los poderosos.” Me comenta Rodrigo Echecopar, activista por una nueva constitución desde 2013, quien también fue dirigente del movimiento estudiantil y Presidente del partido Revolución Democrática entre el 2017 y el 2019.
La indignación colectiva eventualmente permitió que se construyera un bloque social mayoritario. Echecopar señala que el proceso de la calle fue vital, pues permitió crear “un reconocimiento de que todos sentíamos lo mismo, que no estábamos solos ni solas, sino que estamos pidiendo las mismas cosas. Nos dimos cuenta que no habíamos encontrado la forma de expresarlo antes porque los medios de comunicación y la televisión ponían la agenda mediática en otros temas y no tenían esas mismas preocupaciones. La clase política muchas veces no era capaz de representar esas preocupaciones, pero en la calle la calle, te dabas cuenta que la sociedad está viviendo lo mismo que tú, los mismos dolores de todo un país y eso echó a andar un proceso así como bola de nieve.”
Esa avalancha democrática logró dejar en claro que la sociedad chilena clama por una verdadera nueva normalidad. En abril del próximo año vendrá la elección de 155 constituyentes, quienes tendrán la misión de redactar la nueva constitución. Será un gran reto, las causas que se unieron en este plebiscito significan una multitud de visiones. Sin embargo, tienen a su favor la vocación de cambio indiscutible que les brindó este proceso.
Por ahora nos queda las imágenes del domingo, donde en la Plaza Italia celebraban miles de personas en las calles, las banderas mapuches y feministas se izaban sobre los monumentos, mientras se cantaban consignas de luchas ecologistas, por la justicia social y hasta personajes de la cultura pop se presentaban en la fiesta –como botargas de Pikachu y 31 minutos– porque Chile había decidido que era momento de cambiar.
Valdrá la pena seguir con atención dicho proceso, el cual ha mostrado que esas “cosas imposibles” sí se pueden alcanzar cuando rompemos con la narrativa de la soledad y caemos en cuenta que somos millones quienes padecemos los mismos problemas.