Día de visitar una escuela primaria, actividad que suelo realizar varias veces al mes. En esta ocasión nos recibe una calle empinada hecha de tierra, con cráteres cada dos pasos. Por ahí caminan niñas y niños con sus mochilas, unos van de la mano de un adulto, otros van solos o en grupo, los mayores cuidando a los más pequeños.
Al acercarnos al plantel aparece una escena que unos minutos después se convertirá en el centro de la conversación con las madres y padres de familia y el profesorado. A unos metros de la puerta hay un grupo de alrededor de 10 personas en torno a un recipiente metálico del que sale un vapor de cocción. No hay olor de comida, sino un olor químico.
Esta bienvenida enmarca muy bien la situación que se vive cotidianamente en esta escuela: amenazas y acoso a los niños por parte de sujetos que rondan el lugar exhibiendo armas blancas, robos a las instalaciones y a la comunidad de madres y padres de familia, calles que al atardecer caen en la total oscuridad sin una sola luminaria funcionado. En pocas palabras, miedo, miedo que se denuncia una y otra vez, pero que nunca es atendido. Al buscar apoyo de las autoridades, lo que se les ha dejado claro a esta comunidad educativa es que existen otras prioridades.
Mientras hacemos esta visita, el gobernador y los alcaldes de los municipios del Área Metropolitana de Guadalajara, entre otros funcionarios, están de fiesta en una sección de acceso restringido, desde la que presencian una función de conducción del piloto de Fórmula 1, Checo Pérez. Los rostros gubernamentales se ponen en primera fila para aparecer en las fotos, gritan eufóricos y discursan sobre el orgullo de ser jaliscienses. Todo lo que no hacen en los días difíciles, cuando la inseguridad normalizada ebulle fuera de la olla.
El evento de Checo Pérez, un piloto que con su esfuerzo y perseverancia se ha ganado la admiración de miles de personas en Jalisco y en todo el mundo, fue motivo de alegría para las miles de personas que pudieron asistir, pero también se convirtió en un respiro para las autoridades de Jalisco, en un momento para echar a andar su ya acostumbrada fórmula de acción política: hacer como si nada pasara, evadir, callar, olvidar.
Lamentablemente esta situación no es exclusiva de Jalisco, la vemos por todos lados a través de la pantalla, ahí están siempre los políticos que buscan el aplauso por medio de imágenes que los muestren cercanos, sensibles y caritativos (como si el ejercicio de los cargos gubernamentales o legislativos fuera un acto de beneficencia), imágenes en las que, por lo general, las personas, incluidas niñas y niños, son tratados como mera utilería.
En todo el país la política del espectáculo, vacía de causas y llena de banalidades, se sobrepone a la realidad del miedo y los problemas postergados, y mientras siga así, será muy difícil que los problemas profundos y complejos que alteran la vida cotidiana, encuentren caminos de solución.
Por difícil que parezca, estoy convencido de que cambiar esto es posible. Pasar de una política guiada por la superficialidad, a una guiada por causas; construir una política con las personas que tienen un compromiso firme con poner el “servicio público” al servicio de lo público, que es lo que nos pertenece a todas y todos.