Pedro Kumamoto: Lecciones desde el Bundestag

Después de 16 años en el poder Angela Merkel deja la silla de canciller en Alemania
Después de 16 años en el poder Angela Merkel deja la silla de canciller en Alemania
El fin de una era.Después de 16 años en el poder Angela Merkel deja la silla de canciller en Alemania
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Pedro Kumamoto
Excandidato independiente al Senado por Jalisco
2021-09-21 |06:46 Hrs.Actualización06:46 Hrs.

Después de 16 años en el poder Angela Merkel deja la silla de canciller, y con su partida, llega el fin de toda una era para Alemania. Este nuevo vacío no solo avizora un cambio en la titularidad del poder ejecutivo, pues las encuestas más recientes revelan también que su partido, la Unión Demócrata Cristiana, podría perder la mayoría en las elecciones generales.

Más allá de los pronósticos sobre la política de Alemania en los próximos años, este proceso electoral ya ha dejado una buena cantidad de aprendizajes para los próximos comicios en Europa que podrían tener cierto paralelismo con nuestro país. Revisemos el contexto.

El domingo 26 de septiembre se renovará el Bundestag, la cámara baja federal de Alemania, y con ello se dará paso al próximo gobierno. Al tratarse de una democracia parlamentaria, esta elección toma mayor relevancia, pues el poder ejecutivo se elegirá directamente por la cámara conformada, al menos, por 598 integrantes. El partido o la coalición que tenga más integrantes dentro del Bundestag será, finalmente, el que defina a la persona que sucederá a Merkel.

Las últimas encuestas sugieren que el país tendrá una elección sumamente fragmentada. Olaf Scholz, del Partido Socialdemócrata, llegará con una intención de voto del 26%; el partido oficialista y centro derecha de Angela Merkel tiene una proyección de 21% con su candidato Armin Laschet; el Partido Verde registra una intención de voto histórica de 16%, aunque ciertamente con un nivel de popularidad menor que el que tenían en marzo, cuando las encuestas ponían a su candidata, Annalena Baerbock, en el primer lugar de intención de voto.

Con estas proyecciones en mente se alcanza a prever que Scholz buscará formar gobierno con Baerbock y al menos otro partido político, como los liberales o la izquierda socialista, para poder encabezar el gobierno alemán. En julio, este escenario parecía imposible, pues Laschet disfrutaba de una ventaja de dobles dígitos. El aparente giro del electorado sobre sus preferencias permite llevarse un sinnúmero de aprendizajes, sin embargo, quisiera destacar particularmente tres.

En primer lugar, es evidente que la ciudadanía quiere propuestas que conecten con sus necesidades, incluso si estas propuestas ya tienen cientos de años en la opinión pública. No todo es novedad para el votante, pues existen problemáticas que persisten a través de las décadas. El actual modelo de desarrollo no logró integrar a buena parte de la población y la desigualdad aumenta de manera sostenida. Por ello la plataforma de Scholz contiene una gran cantidad de propuestas “clásicas” de los partidos socialdemócratas del siglo pasado: aumento del salario mínimo, impuestos progresivos, particularmente a las grandes fortunas, y un impulso decidido a la construcción de vivienda social.

Otro elemento al que debemos prestar atención son las propuestas en el eje ambiental. No se trata de un nicho de votantes, la agenda de una sola generación o una ideología de un grupo, la agenda ambiental es un asunto transversal a la vida de todas y todos, por lo que las estrategias de atención a la crisis climática se vuelven vitales en la elección del futuro gobierno. Si bien es cierto que Baerbock y los integrantes del Partido Verde han sido los principales impulsores de esta agenda en la contienda con ambiciosas propuestas de descarbonización, lo cierto es que todos los partidos con posibilidades de entrar en las coaliciones de gobierno tuvieron que apropiarse, en buena medida, de la plataforma ambiental.

Por último, este proceso electoral nos deja muy claro que por más positiva que sea la imagen del gobernante, la popularidad no se traslada automáticamente a su partido o candidato. Sumado a ello, que las pugnas internas de los partidos sí pueden terminar por minar el crecimiento de una candidatura aparentemente ganadora. Así le pasó a Laschet, a quien atender los daños de la nominación le demandó mucho más tiempo que a sus rivales.

Como podemos ver, el fin de esta era en Alemania no cierra sin antes dejarnos lecciones importantes. El proceso electoral materializó aprendizajes en el programa y la táctica, aplicables más allá del Bundestag.