La importancia de México para el presidente Donald Trump se ha reflejado en el comienzo del armado de su equipo para cuando llegue a la Casa Blanca. Pero no hay nada que celebrar. De los cuatro primeros nombramientos, dos están directamente relacionados con el tema de la migración y ambos son Halcones, con mayúscula, los más duros y radicales en la materia dentro del círculo interno de Trump, y autores de las políticas migratorias más crueles durante su primer cuatrienio de gobierno: Stephen Miller y Tom Homan.
Hay un dato adicional que subraya la alta prioridad que tendrá México en el arranque de la nueva administración. De acuerdo con una fuente diplomática estadounidense, el embajador Ken Salazar fue llamado por el Departamento de Estado a Washington para que hable directamente con Trump o con su equipo de asesores, para que aporte información de primera mano sobre las posiciones y las ideas del gobierno mexicano sobre el acuerdo comercial, la migración y el crimen organizado. Una reunión de esta naturaleza no tiene precedente durante una transición de poder en ese país.
El primer nombramiento lo hizo Trump el viernes al designar a Susie Wiles como jefa de Gabinete de la Casa Blanca, entregándole la responsabilidad de llevar política interior del gobierno y la relación con el Congreso. Wiles fue la jefa de campaña de Trump, donde el endurecimiento de la política de migración fue uno de los ejes de la contienda. El domingo por la noche anunció el nombramiento de la diputada republicana de Nueva York, Elise Stefanik, como embajadora en las Naciones Unidas, y el de Homan como “zar de las frontera”.
Homan fue director interino de Migración y Aduanas en su primer periodo, y saltará a un cargo creado para ajustar los intereses estratégicos del presidente electo, que combina la migración y el combate al crimen organizado dentro del concepto de “frontera segura”, donde los dos fenómenos son atacados de manera integral. El nombramiento tiene un gran significado, al no necesitar Trump revisar perfiles para ese cargo –como lo está haciendo para los departamentos de Justicia y de Seguridad Territorial, que también tienen mucho que ver con su propuesta fronteriza–, sino que escogió a una persona que conoce, que vio responder a sus expectativas y con quien comparte totalmente los objetivos que busca.
El próximo “zar de la frontera” trabajó como policía durante 34 años y después en investigaciones criminales a lo largo de la frontera con México. Durante la primera administración trumpista trabajó estrechamente con Miller, que fue consejero y redactor en jefe de discursos del presidente, y con quien diseñó la controvertida política de separación de menores inmigrantes de sus padres, que fue cancelada cuando llegó el presidente Joe Biden por violar los derechos humanos.
Miller fue nombrado –aunque aún no se oficializa– como jefe de Gabinete adjunto, responsable de la elaboración de políticas públicas como, precisamente, la política migratoria. Homan ya perfiló las primeras durante una entrevista este lunes con la cadena de televisión Fox News, donde adelantó que se priorizarían las deportaciones de migrantes indocumentados que representen riesgos y amenazas para la seguridad pública y la nacional.
Los nombramientos tienen que ser vistos dentro del inusual llamado del embajador Salazar, representante de un gobierno democrático, a platicar con el presidente electo o el equipo que estará involucrado o cerca de los asuntos mexicanos, y la expectativa que ha comenzado a flotar en Washington de que antes de que asuma la Presidencia, en casi dos meses, podría hacer anuncios contundentes sobre lo que espera hacer con México.
Trump está abriendo rápidamente sus cartas con el énfasis en migración, pero en el gobierno mexicano no están reaccionado con la celeridad y puntería necesarias. Ayer, la presidenta Claudia Sheinbaum respondió al nombramiento de Homan con una respuesta inocua y limitada. “Siempre vamos a defender a las y los mexicanos que estén del otro lado de la frontera”, dijo. El lugar común que utilizó Sheinbaum no dice absolutamente nada. Más preocupante fue el anuncio de que su gobierno se pondría en contacto con el equipo de Trump antes de que asuma la jefatura de la Casa Blanca.
Los contactos ya deberían de estar buscando un encuentro con Homan y Miller para tener claridad sobre los detalles de cómo, cuándo y en qué escala serán las primeras deportaciones, y saber de esa forma el impacto que tendrán en México, para anticiparse y cabildear aquellos puntos donde podría haber afectaciones. Ese trabajo les permitiría hablar con empresarios estadounidenses que también van a resultar afectados por las deportaciones masivas, y unir esfuerzos en el trabajo de contención a Miller y Homan.
El gobierno mexicano se ve pasmado. No hay ninguna señal de que la Secretaría de Relaciones Exteriores esté realizando controles de daños, y tampoco hay algún indicio que el canciller Juan Ramón de la Fuente esté presentando el atlas de riesgos y los escenarios a la Presidenta. Tampoco se ve actividad práctica en el otro polo de la ecuación estadounidense, la Secretaría de Economía, donde Marcelo Ebrard sólo hizo una declaración voluntarista pero hueca, cuando dijo que las amenazas de Trump se enfrentan con “sangre fría e inteligencia”.
Con frases y buenos propósitos no va a llegar el gobierno mexicano a ningún lado. Con una actitud pazguata, menos. Tampoco basta que estén atentos a lo que está sucediendo en el equipo de Trump, sino que tiene que pasar de una actitud pasiva a una activa, con menos declaraciones y más acciones. Todos conocemos a Trump y sabemos que hay que creer lo que dice, por lo que el tono de complacencia que han expresado Sheinbaum y Ebrard están fuera de lugar.
Hay que volver a preguntar si Sheinbaum tiene un interlocutor que respeten Trump y su equipo, porque nadie en su gabinete parece tener el acceso o la capacidad para ello. Si no lo tiene, debe buscarlo de inmediato porque está perdiendo tiempo para poder incidir en lo que están planeando sus halcones, porque de otra manera empezará la relación con Trump con una derrota y sólo reaccionando a lo que haga.