El gobierno de México parece una pelota de ping-pong donde tres jugadores –Estados Unidos, Ismael el Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López– se la tiran de un lado a otro y hacen lo que quieran de ella. El gobierno estadounidense sigue burlándose del presidente Andrés Manuel López Obrador con los escasos datos que le da sobre la captura de los narcotraficantes, y éstos cuentan versiones distintas y contradictorias entre ellos mismos. Sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador parece estar llegando al límite de su tolerancia.
López Obrador cambió el tono y el fondo de su discurso al hablar sobre este episodio el viernes pasado, cuando dejó abierta la posibilidad de que la acción hubiera sido producto de una operación clandestina de Estados Unidos que violaba la soberanía nacional. Esa es la información que tiene el Presidente desde hace unos 10 días, pero no puede hacerla pública por la manera como el gobierno llegó a ella. Su dicho, que escalaba diplomáticamente el vacío informativo, provocó una declaración del embajador Ken Salazar que, para efectos prácticos, fue una nueva burla.
Salazar dijo que Zambada fue engañado por Guzmán López y lo entregó a las autoridades estadounidenses, que es lo mismo que funcionarios de su país le informaron a The Wall Street Journal la noche de la captura. O sea, nada fresco. El Departamento de Justicia de Estados Unidos, en uno de los pocos datos que le ha proporcionado, le comunicó que no sabían que el avión en el que viajaba Guzmán López también tenía como pasajero a Zambada, lo que no sólo es inverosímil por los extremadamente rigurosos protocolos de seguridad aérea de ese país, sino ridículo.
López Obrador debe verlo de esa manera, por su reacción al comunicado del Mayo Zambada el sábado pasado que mostró la relación de complicidad y ascendencia del líder del Cártel del Pacífico/Sinaloa con el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya. El sábado, tras negar Rocha tener relación con él y en contraposición de Salazar, que afirmó que los narcotraficantes les cayeron del cielo sin que tuvieran nada que ver ni México ni Estados Unidos, López Obrador dijo:
“Tenemos una buena relación con el pueblo estadounidense y los que gobiernan Estados Unidos, pero siempre hay esa tentación de meter las narices en todos lados. México es un país libre, soberano, aquí mandamos los mexicanos. A lo mejor antes, que había gobernantes que no tenían autoridad moral y que establecían relaciones con el crimen de cuello blanco, se podía poner en el banquillo de los acusados a cualquier funcionario, pero eso ya no pasa”.
Este lunes volvió a la carga. “(El presidente Joe) Biden es muy respetuoso, y es a quien primero oí que dijo que la relación entre nosotros se iba a dar con un pie de igualdad”, profundizó López Obrador. “Pero como dice la canción, ‘es más fuerte la costumbre que el amor’. No se le quita a alguno la manía de estar metiendo la cuchara en todos lados”.
La información que tiene López Obrador es que el Mayo Zambada y Guzmán López fueron capturados en territorio mexicano y llevados a territorio estadounidense en contra de su voluntad, traicionados por el gobernador Rocha. De acuerdo con los detalles que tiene el gobierno mexicano, un comando de seis personas los llevó a una aeropista cercana al rancho donde lo secuestraron, en los suburbios de Culiacán, y fueron llevados al aeropuerto Doña Ana, en Santa Teresa, Nuevo México, muy cerca de El Paso, Texas, aparentemente custodiados por un helicóptero Apache que utilizan las fuerzas especiales del Departamento de Defensa de Estados Unidos.
El reporte al Presidente que viene de Sinaloa confirma la declaración del Departamento de Seguridad Territorial –y desmiente a Salazar–, que señaló que las capturas eran “la culminación de una investigación conjunta de Seguridad Territorial y del FBI contra el Cártel de Sinaloa”. El secretario Alejandro Mayorkas agregó en un comunicado, el día de la detención, que “felicitaba a los bravos agentes (del área de) Investigaciones de la Secretaría y del FBI cuyos años de trabajo, junto con el de otros miembros de la comunidad judicial, ha logrado, con gran sacrificio personal, interrumpir y desmantelar las operaciones del cártel en todo el mundo”.
En su declaración, Zambada confirmó que un grupo de personas lo capturó y lo amarró. Afirmó que Guzmán López fue quien le tendió una emboscada al pedirle que mediara entre Rocha y el diputado federal electo Héctor Melesio Cuén sobre el futuro de la Universidad Autónoma de Sinaloa. El capo dijo que sus dos escoltas están desaparecidos desde entonces; la información que tiene López Obrador es que el comando asesinó a cuatro escoltas. Cuén murió ahí, aseguró Zambada; la fiscalía de Sinaloa, a la que pertenecía uno de los escoltas, reportó que había sido en una gasolinería donde lo intentaron asaltar.
La afirmación de la celada del Chapito se contrapone a lo que su abogado, Jeffrey Lichtman, ante las versiones periodísticas, negó en la primera audiencia en la Corte del Distrito Norte de Chicago que hubiera traicionado a su padrino y que hubiera concretado un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos para entregarse, como también reiteró Salazar. En una de las líneas misteriosas del mensaje de Zambada, pese a tildar a Guzmán López de traidor, pide que no se desencadene la violencia en Sinaloa.
La realidad es que no ha habido incidentes de violencia entre las facciones del cártel en Sinaloa, como se esperaba tras la captura de Zambada, sino más tranquilidad que en otros momentos. Por la información que trascendió en la prensa, miembros del cártel creyeron inicialmente en la traición del Chapito, pero días después, cuando se enteraron en Palacio Nacional, hablaban de la captura y extracción de ambos. En estos días, el único engaño a Zambada que se maneja en Culiacán se le atribuye al gobierno de López Obrador, que sigue diciéndole públicamente que no participó en la detención, y dando tumbos sin encontrar su salida a este entuerto.