En los 10 últimos días ha habido un inusual movimiento en el campo de batalla virtual, donde las legiones de Andrés Manuel López Obrador son imbatibles. Han hecho de lado el ataque sistemático a los críticos del candidato y su movimiento porque se han enfocado en combatir y neutralizar dos percepciones que se están convirtiendo en realidad.
La primera, idea de Agustín Basave, asesor del candidato Ricardo Anaya, es la supuesta alianza de López Obrador con el presidente Enrique Peña Nieto. La segunda es que la mayoría de los simpatizantes del candidato de Morena en Twitter, la principal arena de lucha política, son robots, no seres humanos.
No se va a saber si estos dos sucesos tuvieron impacto o no sobre la preferencia de voto de López Obrador hasta después de la elección, porque las últimas encuestas que aparecerán esta semana no alcanzaron a registrar este fenómeno sociopolítico. Pero en los cuartos de guerra de los candidatos tienen claro, por sus acciones de ataque y defensa, que abrió ventanas de oportunidad para Anaya y que tiene que ser cerradas por los lópezobradoristas.
La denuncia de la alianza Peña Nieto-López Obrador parecía un acto desesperado de Anaya. Pero contra lo analizado en una primera instancia –incluido quien esto escribe–, se anidaron en el imaginario colectivo percepciones que se fueron alineando con la realidad: López Obrador no atacó a Peña Nieto y prometió varias veces que no lo metería a la cárcel. Anaya lo verbalizó como ofrecimiento de “impunidad”, sin explicar nunca a cambio de qué el candidato cuidaría al presidente.
Le pregunto a López Obrador: ¿cambio es tu pacto con Elba Esther Gordilo, Bartlett y tu nuevo pacto con Enrique Peña Nieto? En tu obsesión, ya te comprometiste a cuidarle las espaldas. Te convertiste en lo que tanto cuestionabas. Perdonar la corrupción no es cambio. #DebateINE
— RicardoAnayaC (@RicardoAnayaC) 13 de junio de 2018
Una hipótesis de cómo se sembró en la mente del electorado está en la pregunta que sistemáticamente hicieron las encuestas presidenciales en la segunda parte del sexenio: ¿por quién va a votar? Invariablemente, entre 80 y 85 por ciento siempre dijeron “por quien se oponga a Peña Nieto”. López Obrador no atacó al presidente porque, como él mismo ha reconocido en privado, haberle dicho al presidente Vicente Fox “chachalaca” durante la campaña presidencial de 2006, le costaron dos puntos que, considera, significaron su derrota ante Felipe Calderón.
La estrategia de López Obrador, que a muchos nos pareció inteligente, no parece haber sido decodificada de esa manera por un segmento de los electores, quienes aparentemente han visto a Anaya como el único que realmente puede enfrentar a Peña Nieto y encarcelarlo, lo que explicaría por qué, pese a la embestida del gobierno y el PRI para derrumbarlo, se mantiene con más de 20 por ciento de preferencia electoral. Los pejezombies, como se identifica a un nutrido grupo de seguidores tan incondicionales de López Obrador como consistentes y agresivos en redes, estaban embarcados en su lucha para construir otras narrativas en redes, con mentiras, ataques o rumores, cuando se abrió otro campo de batalla.
Un estudio conjunto realizado por el Instituto de Ciencias de la Universidad de Indiana –una de las mejores universidades públicas de Estados Unidos– y el Centro de Sistemas e Investigación de Redes Complejas, dio a conocer el 18 de junio que había analizado más de un millón de cuentas de Twitter que seguían a los candidatos presidenciales y que participaban en un discurso político “relevante”, que les aportaron tres millones y medios de tuits desde el 19 de mayo, y que encontró que 53 por ciento de sus contenidos habían sido generados por robots. El estudio seleccionó aleatoriamente a 100 mil seguidores de candidatos e identificó cuáles eran manejadas por personas y cuántas eran robots.
Encontró que si bien en la primera fase de la campaña de López Obrador sus seguidores eran mayoritariamente humanos, cambió rápidamente. En la actualidad, concluyó, tiene siete robots por cada 10 seguidores, seguido de José Antonio Meade con seis de cada 10, Ricardo Anaya con cinco de cada 10 y Jaime Rodríguez con 4.5 de cada 10. La revelación saltó a la opinión pública dos días después, al difundirlo el portal de Carmen Aristegui. “El discurso público no está tan determinado por individuos, sino por un ejército de bots que se convirtieron en una herramienta habitual en las elecciones en México”, le dijo Albert Lázlo Barbasí, uno de los responsables del estudio.
La campaña de Anaya denunció a López Obrador por comprar bots, y en su cuarto de guerra se preparó la contraofensiva con el hashtag #NoSoyBot. La estrategia fue manejada por Jesús Ramírez Méndez, el colaborador no familiar del candidato más cercano a él, que comenzó hace más de una década a organizar sus redes sociales y coordinador del periódico de Morena, Regeneración. El hashtag fue impulsado desde las granjas digitales de López Obrador a través de varias cuentas, particularmente las de la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky; el videobiógrafo del candidato, Epigmenio Ibarra; la coordinadora de la campaña, Tatiana Clouthier, y la candidata al gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
Las guerras virtuales han contribuido de manera toral a la construcción de López Obrador como un candidato invencible, cuya victoria es inevitable. Las percepciones se han convertido en ventajas abrumadoras en las encuestas presidenciales y no hay nadie que pueda saber si todo ese mundo de ideas y creencias se traducirá en voto y sucederá la profecía autocumplida. Los análisis en redes y en Google, donde López Obrador se convirtió en el quinto elemento más buscado esta semana, mostraron un incremento en sus negativos no visto a lo largo del año. Algo está sucediendo en el electorado y las dos campañas lo han detectado y actuado para modificar lo que cada una ve, y espera, para el próximo domingo.