Inesperadamente, Santiago Ortela, un médico tradicional que representa a 68 pueblos originarios oficialmente reconocidos, que entregó el bastón de mando a Andrés Manuel López Obrador el 1 de diciembre poco después de ser investido como presidente de la República, lo regañó ayer –a través de un mensaje que le transmitió Martha Obeso, reportera de Esfera Noticias en la mañanera–, por haberlo entregado a Claudia Sheinbaum, su designada sucesora. La “ofensa” que acusó Ortela fue minimizada por López Obrador, que justificó que no era el mismo bastón, sino uno que otra comunidad indígena, que no identificó, le había entregado, y autorizado también, para que se lo diera a Sheinbaum.
El episodio sólo pudo dejar mal parado al Presidente por el exceso de propaganda y realidades alternas que ha manejado de manera excelsa durante el sexenio, que tuvo un retroceso mañanero al quedar expuesto como un charlatán. López Obrador había recibido una llamada de atención hace 10 días, cuando tras la entrega del bastón de mando, los representantes de las Comunidades y Pueblos Indígenas expresaron su indignación porque ese acto simbólico de entrega de poder tiene un significado espiritual que sólo puede ser entregado por ellos, no por el Presidente que, además, es criollo. Lo de ayer fue consecuencia.
El Presidente fue atrapado en la misma realidad que ha construido durante su administración, que ha puesto todo su énfasis en la retórica y la simulación, pero que, en el epílogo de su sexenio, empieza a descubrirse que sus dichos no tienen sustento. Nada ha impedido, sin embargo, que López Obrador mantenga la óptica como ejercicio de gobierno, y la negación como estrategia para ocultar la realidad. Es un maestro en el engaño, y sigue engatusando a miles de mexicanos.
Inauguró el Tren El Insurgente, un proyecto original del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto para conectar la Ciudad de México con Toluca. Pero los listones que cortó, al lado del gobernador saliente y la gobernadora entrante, no fueron para la ruta, sino para una primera fase, de Zinacantepec –que se encuentra a 11 kilómetros del centro de Toluca– a Lerma, en el Estado de México, faltando por terminar de construirse unos 60 kilómetros para que quede listo, supuestamente en la primavera del próximo año.
El acto dejó en el imaginario colectivo la idea de que todo estaba terminado, como la inspección técnica terrestre que hizo del Tren Maya a principio de septiembre, donde se recorrió una pequeña parte de la construcción, en el norte de la península de Yucatán, que es la única relativamente terminada –faltan algunos detalles– y que probablemente sea lo único que concluya en el sexenio, porque el resto de la obra o es incipiente, o está en riesgo incluso de que nunca se acabe.
Es la historia del sexenio. En julio inauguró la refinería en Dos Bocas, su “sueño convertido en realidad”, pero la obra está incompleta y no cumplirá, cuando menos en 2024, la meta anhelada de hacer a México autosuficiente en combustibles. La secretaria de Energía, Rocío Nahle, había dicho en enero que el 1 de julio produciría su primer barril de petróleo, lo cual fue falso. No obstante, ese día fue la “inauguración”, otro engaño a la nación.
Igual había pasado con la inauguración del Aeropuerto Felipe Ángeles, donde una empresa de carga aérea le hizo el favor al Presidente de fingir un aterrizaje para que el equipo de propaganda y mentiras de Palacio Nacional organizara una dramatización con el avión que había llegado un día antes. El aeropuerto tiene una buena terminal y tecnología de punta para la aeronavegación, pero carece de vías terrestres para facilitar el acceso, que es la principal razón por la que hasta ahora esté resultando un fracaso. El presupuesto para el próximo año es similar al que tendrá el aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, que en términos reales, publicó El Universal el martes, significa un incremento de 2% contra uno de 79%, para una terminal que maneja casi 28 millones de pasajeros al año, contra 1.3 millones, respectivamente.
En otro ejercicio de simulación, el miércoles de la semana pasada el Presidente y el gobernador de Nuevo León, Samuel García, oprimieron un botón en la Planta de Bombeo Cero, supuestamente para iniciar la operación el Acueducto El Cuchillo 2, que en un máximo de 10 días empezaría a calmar la crisis del desabasto en Monterrey. Fotos y frases para la gradería. El periódico El Norte publicó una investigación aguafiestas. “El botón fue sólo para la foto”, afirmó. “La obra está inconclusa”. Muchos de sus tramos no están unidos y, según el diario, faltan unos seis meses para que concluya la obra.
La palabra del Presidente es poderosa y lo mantiene con altos niveles de popularidad. La realidad lo desmiente todos los días, pero su empuje no cesa y su credibilidad con millones de mexicanos tampoco disminuye. Bien por él, pero mal para el país. Como en el caso del presupuesto, que contempla un déficit público de 5.4% del producto interno bruto, el más alto en 30 años. Es decir, se gastará más de lo que ingresará, lo cual lleva a la necesidad, para no ahogarse, de contratar deuda. El Presidente dice que sí habrá déficit, pero que no habrá endeudamiento, aunque se estima que a partir de que entre en vigor, cada mexicano, incluso el que nazca ese día, cargará una deuda de 127 mil pesos.
Valeria Moy, directora del Instituto Mexicano para la Competitividad, sintetizó el martes las simulaciones, al hablar del presupuesto. “No puedes decir que te interesa el desarrollo social y asignarle cero pesos”, escribió. “No puedes decir que te interesa la equidad entre hombres y mujeres mientras eliminas los recursos que le permitían a las mujeres una incorporación ligeramente más sencilla al mercado laboral. No puedes hablar de un interés en el medio ambiente, mientras asignas miles de millones de pesos a los combustibles fósiles”.
Y, sin embargo, López Obrador sí puede decir mentiras y engañar, como lo demuestra todos los días.