En las últimas semanas el Ejército ha sido un tema de conversación pública y de desgaste político. La militarización del país por el creciente número de tareas civiles que ha acumulado, por decisión presidencial, no ha dejado de enfrentar posiciones por la convicción de que la nueva ley que exige rendición de cuentas, de manera regular, será incumplida. Esto se acentuó en la semana, cuando el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, se negó a comparecer ante una comisión del Congreso, porque los diputados, que son un poder autónomo y tienen facultades y atribuciones para llamarlo, habían sido “irrespetuosos”.
Los rendimientos del general van a la baja y hay tormentas que quizá no está viendo. La última, una proyección del historiador Lorenzo Meyer en el programa de radio de Carmen Aristegui este lunes, donde revivió una vieja idea del presidente Andrés Manuel López Obrador al sugerir, aunque aclaró que en el momento actual no está cerca de la realidad, que desapareciera el Ejército y sólo prevaleciera la Guardia Nacional. Anteriormente hubo otra, en el libro de Jesús Lemus, El fiscal imperial, sobre Alejandro Gertz Manero, que en la página 165 detona una bomba nuclear contra los generales mexicanos.
El capítulo se llama Rescatando al general, refiriéndose a los entretelones que, según él, llevaron a que el exsecretario de la Defensa, el general Salvador Cienfuegos, fuera repatriado a México sin ser procesado en Estados Unidos por presuntos vínculos con la organización criminal de los hermanos Beltrán Leyva. Lemus plantea que existe una cofradía que presionó y sometió al Presidente para que exigiera la liberación de Cienfuegos. “No tenía otra opción”, le dijo al periodista un funcionario en Palacio Nacional.
Las afirmaciones en ese capítulo parecen temerarias, y para entenderlas mejor hay que conocer el contexto. Días antes de salir a la venta, el 6 de julio pasado, uno de los patiños del vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, lo hizo público en la mañanera e incluso leyó un capítulo a López Obrador sobre Gertz Manero. El Presidente respaldó al fiscal, pero también le pidió al palero que felicitara al autor.
López Obrador tácitamente avaló el contenido del libro y felicitó públicamente a Lemus. Este momento no fue espontáneo. Todas las noches López Obrador y Ramírez Cuevas diseñan la mañanera y escogen los temas que ventilarán los paleros a su servicio. La pregunta sobre el libro no podía haber sido de otra manera ante la mecánica aceitada que tienen. De ahí la relevancia de lo que sucedió y su secuela.
En Rescatando al general, Lemus dice que hay un grupo de 43 generales que presionan al Presidente, y revela sus nombres, incluidos 16 generales, encabezados por el secretario de la Defensa, Sandoval, y tres exsecretarios. El resto pueden pasar desapercibidos para la mayoría de quienes lean el libro, pero un mínimo trabajo permite ver el nivel de militares a los que incorpora en la cofradía:
Agustín Radilla Suástegui, subsecretario de la Defensa; Gabriel García Rincón, oficial mayor; Carlos Arturo Pancardo Escudero, inspector y contralor general del Ejército y la Fuerza Aérea; Ricardo Trevilla Trejo, jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional; Eufemio Alberto Ibarra Flores, comandante del Ejército mexicano; José Gerardo Veja Rivera, comandante de la Fuerza Aérea Mexicana; Alejandro Saavedra Hernández, director del Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas; Miguel Enrique Vallín Osuna, comisario general de la Dirección de Transportes Aéreos de la Guardia Nacional; Foullon Van Lissum, exsubsecretario de Defensa que pasó a retiro el año pasado; Arturo Granados Gallardo, subsecretario de Defensa en el gobierno de Enrique Peña Nieto, en retiro; Eduardo Emilio Zárate Landero, ex oficial mayor, y Pedro Felipe Gurrola Ramírez, exinspector y contralor general del Ejército y la Fuerza Aérea.
Forman parte de la plana mayor militar en el gobierno de López Obrador y de la plana mayor militar en el de Enrique Peña Nieto. “A manera de hermandad”, escribió Lemus, “se cuidan y protegen entre ellos, aun de las disposiciones del Presidente de la República”, y son “los que toman las determinaciones que afectan la seguridad del país”, que cobró fuerza durante las tres últimas administraciones federales “bajo el signo del beneficio económico”. Corruptos y poderosos, como describe el autor en un libro que ha recibido respaldo en Palacio Nacional, incluido el del Presidente.
El libro no tuvo repercusión, pero no deja de ser relevante, porque los lectores más refinados para este tipo de materiales se encuentran en Washington –el Pentágono, la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad–, donde creen varios funcionarios en Palacio Nacional se encuentra el origen de Guacamaya, los hackers que intervinieron los correos del Ejército.
El creciente poder de los militares ha sido motivo de preocupación en varias partes del mundo, y el hecho que un libro sancionado por la Presidencia los señale como corruptos e impunes, daña potencialmente más a los generales que al Presidente. El ejemplo se puede ver en otro caso, con el desistimiento de órdenes de captura de 16 militares por el caso Ayotzinapa y la renuncia del fiscal especial para el caso, que se vio como una presión del Ejército para que generales y oficiales cercanos al secretario no quedaran imputados.
El costo político para el Presidente de esta acción aún no puede medirse, pero López Obrador, llegado el momento, probablemente se deslindará, como lo hará cuando, al tener que rendir cuentas de la violencia y del número de muertos que rebasará los que tuvieron sus antecesores, trasladará la culpa a los militares, que les dio todo, podrá decir, y le fallaron a él y a todos. Los correos hackeados al Ejército le vienen, cuando menos por ahora, como anillo al dedo, al mostrar a la institución, con la información que ha comenzado a fluir, como incapaz, arbitraria y omisa.
Una tormenta perfecta se está formando sobre el Ejército, creando las condiciones de descrédito potencial necesarias para que López Obrador pueda tener un pretexto para cumplir su sueño, desaparecerlo y sustituirlo con la Guardia Nacional.