La última aduana comicial, antes de la magna elección del 2024, se superará pasado mañana y, entonces, los actores políticos involucrados en el concurso mayor tendrán –abusando de la expresión– los días contados. Incluido, el presidente de la República.
De este domingo al 2 de junio del año entrante –fecha de las próximas elecciones– median tan sólo 364 jornadas, durante las cuales aciertos y errores, acciones en concierto o desconcierto, acuerdos y desacuerdos, alianzas y rupturas adquirirán un peso inusitado y repercutirán en la lucha entablada por las fuerzas políticas. Esto, sin considerar el efecto de los accidentes provocados por la naturaleza del poder y el poder de la naturaleza que, pese al deseo, no se pueden descartar ni prever.
Sin advertirlo, en esa lucha donde excesos y exageraciones han sido el sello de la actuación, los gobiernos estatales, municipales y, desde luego, el federal; los poderes de la Unión, así como los poderes informales; y, obviamente, los partidos y candidatos pisarán un campo sembrado de minas, cuyo cultivo se debe a ellos mismos. Un terreno en el cual también jugará sus cartas el crimen que en múltiples regiones y plazas disputa de manera creciente el dominio del territorio, la hacienda, el uso de la fuerza, el libre tránsito, las obras y los servicios… la autoridad misma, dejando una estela de asesinados, heridos, desaparecidos y desplazados.
A partir del lunes arrancan los días contados.
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El probable resultado de los comicios en Coahuila y el Estado de México se tiene por conocido. Salvo que algo extraordinario ocurriese en las próximas horas, las cartas están echadas.
Quizá por ello y pese a la intrínseca importancia de esas elecciones, la atención está puesta, sobre todo, en los derivados y las consecuencias que ya han acarreado y habrán de acarrear a la configuración de las alianzas y los métodos de selección de quienes, antes de finalizar este año, harán suya la candidatura presidencial en la respectiva formación donde militan o participan.
El domingo el dirigente priista Alejandro Moreno estará en un apuro. No podrá atribuirse el resultado en Coahuila ni deslindarse del resultado en el Estado de México, siendo que en esta última se cifrará el margen de maniobra que tendrá hacia afuera y hacia del tricolor para negociar los términos de la participación de ese partido en la alianza que controla Acción Nacional. Esto, siempre y cuando esa coalición se sostenga en los términos previstos y con los integrantes supuestos.
En esa circunstancia, el panista Marko Cortés tendrá la oportunidad, quizá la última, de mostrar si cuenta con la talla y los arrestos para encabezar esa causa y hacer a un lado los pequeños intereses, así como la política embelesada por los reintegros. Dejará ver si, en verdad, se le puede ver como dirigente de Acción Nacional o simple ejecutor del dictado del grupo que lo cobija y, a la vez, lo asfixia.
Asimismo, Movimiento Ciudadano estará atento a los números del resultado en una y otra entidad porque, sobre esa base, podrá redefinir o recalibrar cómo jugar en las elecciones del año entrante. Y, desde luego, será interesante ver si los promotores de la Alianza por México hacen un balance y rinden cuentas de la aventura que impulsan.
Quien no entienda el ajuste de la correlación de fuerzas y replanteé la estrategia podrá ver caer las hojas del calendario como el otoño de sus posibilidades.
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A su vez, el dirigente de Morena, Mario Delgado, al trasponer la aduana de este domingo, tendrá ante sí el mayor desafío de su función al frente del movimiento que administra sin liderar.
De inmediato, estará obligado a convocar a la y los aspirantes presidenciales para determinar las reglas y el método de selección de quien finalmente haga suya la candidatura. En esa dura y complicada negociación, se verá si la operación hecha con los partidos Verde y del Trabajo en Coahuila –sin mayor efecto en la elección de esa entidad– cobra sentido, convirtiéndose en punto de apoyo o, mejor aún, en seguro para conjurar el peligro de la ruptura o salida de quien quede insatisfecho con los términos del concurso interno.
Si de último minuto –y a saber con qué costo– obligó a las dirigencias nacionales de los partidos Verde y del Trabajo a declinar en favor del candidato de Morena en aquel estado del norte cuando ya ni caso tenía, ahora será interesante ver si en la convocatoria a los aspirantes presidenciales, incluye al verde Manuel Velasco y al petista Gerardo Fernández Noroña.
Si la ruptura de la alianza en Coahuila les dejó dividendos por partida doble o triple a las direcciones de los partidos Verde y del Trabajo y, al final, se reconciliaron con el lopezobradorismo con un gesto inútil aunque rentable, quizá, ahora se les haya recontratado para lo mismo: obligar a sus aspirantes a declinar en favor de quien se les indique o, bien, a levantarle el brazo en el momento oportuno.
Si lo han hecho ya, por qué no habrían de repetirlo.
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El concurso en que los actores políticos se han insertado es peligroso.
Han convertido un ejercicio democrático en una lucha sin cuartel, en un juego de todo o nada, donde poco les importa tomar instituciones y políticas como ariete para debilitar o aniquilar al contrario, sin advertir un detalle. En la disputa por el poder, pero con reglas fincadas en la violencia también compite el crimen organizado, instancia a la cual hay quienes comienzan a ver como la autoridad que sí cuenta. Cuidado. Vienen los días contados.
En breve
Todos miran el plantón en el exterior de la Suprema Corte, pero no en el interior de la institución, donde la pasante (si lo es) con disfraz de ministra se aferra a una silla.