Hoy traigo una más de mis crónicas, peculiar por el lugar donde la hago, y particular, por la persona a la que se la hago. Fui a Santa Martha Acatitla a visitar a Rosario Robles, personaje sin duda polémico, con amigos y enemigos (ahora están pesando más los enemigos), con luces y sombras y, en su vida, con éxitos y fracaso, y de eso va este texto.
Yo no soy juez para decidir si es culpable o no. No soy su abogado para defenderla, ni el fiscal para acusarla.
Sólo les platicaré de cómo vive su cárcel, su encierro, cómo cambian sus esperanzas, cómo se mueve su fe en las instituciones.
Esta es una crónica, no una entrevista; no se trata de explicar por qué está ahí, solamente es un relato de mi visita.
Fui el jueves 28 de noviembre, justo un día después de que en la Cámara de Diputados le aprobaran comenzar un juicio político en su contra.
Tras hacer todos los procedimientos pertinentes para ingresar, poco después del mediodía la vi, y lo primero que me dijo fue: “tú me preguntaste si estaba nerviosa y te dije que no y ya ves ahora donde estoy”. Me encontré con una mujer vestida de beige, como marca el reglamento, muy delgada, pero con el espíritu de luchadora que siempre la ha caracterizado.
¿Cómo estás?, ¿cómo te tratan?, pregunté.
-“Estoy fuerte, estoy tranquila y tratando de defenderme a pesar de la parcialidad del juez. Me tratan muy bien y con respeto. Muchos de los custodios me han dicho que me recuerdan con cariño, pues cuando fui jefa de Gobierno les mejoré sus prestaciones, las cuales, dicen, después se las quitaron”.
¿No te arrepientes de haberte presentado? No, porque soy inocente y si no me presentaba, hubiera aceptado mi culpabilidad. Dos, porque a mí me acusan de omisión, no de habérmelo robado, y tres, porque creo en la presunción de inocencia y el debido proceso, y yo no lo estoy violentando. Tengo un juez parcial y con un claro conflicto de interés”. Aquí aplicaría el dicho de Benito Juárez: “a los amigos, justicia y gracia, a los enemigos, justicia a secas”. Sin duda, su expresión refleja la seguridad que tiene, que la están tratando con mucha injusticia y con intereses diferentes al caso que la tiene ahí. “Además de que no tengo dinero para andar a salto de mata. Ni para pagar uno de los grandes bufetes de abogados”.
¿Te sientes abandonada por tu exjefe, Enrique Peña Nieto, y tus excompañeros de gabinete? Su cara, su expresión, fue contundente, la cual habló más que mil palabras (enojada, triste, decepcionada, abandonada, etc.)
-¿Cómo pasas el día? Me levanto a las 7 am a recolectar agua, pues la cortan y regresa sólo otro rato hasta como las cinco de la tarde. Ya aprendí a bañarme con sólo una cubeta de agua”.
¿Fría?, pregunté.
-“No, hay un aparato que lo conectas a la luz y la calienta”. Trato de rezar, aunque al estar aquí a veces me cuesta trabajo, por lo que mejor trato de meditar y de hacer yoga”. Entre risas, me dijo: por suerte fui a escuela de monjas, donde me enseñaron a tejer y ahora hago bufandas, llevo cuatro y una de ellas era de los Pumas. También destino mucho de mi tiempo a estudiar casos similares al mío, no sólo en México, sino en el mundo”.
En un momento se le asoman las lágrimas al contarme: “Hay días mejores que otros. Muchas mañanas me despierto y me doy cuenta de que esto no es una pesadilla, sino que aquí estoy. Por ejemplo, el otro día pensé que ya iba a salir por la declaración del magistrado y me despedí de todas, estaba muy emocionada. Con decirte que otra interna llegó y me dijo: ‘licenciada, venimos Alicia y yo a invitarla al club de canutillo; somos Alicia y yo, pero con usted seremos tres’. A lo que contesté, ‘gracias, pero creo que mañana saldré’. Pero pues no fue así, el juez Delgadillo Padierna volvió a demostrar que no es imparcial y me mandó de regreso. Ya en la julia, (que es horrible porque no tiene ventanas) venía pensando: mi futuro será unirme al club de canutillo, y ríe.
“Aquí en el penal se preocuparon de que me fuera hacer algo, pero no, lejos de hacerme daño (el juez) me fortalece.
Hace mucho frío, por lo que siempre tengo frío, pero el peor momento es cuando tengo que bajar en la noche, como a las 7, a hablar por teléfono, ya que está helado”.
-¿Cómo es tu celda?
-Hoy amanecí en el suelo, pues la colchoneta se desliza y me caí, –se ríe– no pasa nada porque al final caes con todo y la colchoneta, pero ya la trencé con mis estambres a la estructura metálica para que no me vuelva a suceder. Me niego a tenerla bonita, pues es asumir que aquí me voy a quedar y resignarme y yo seguiré luchando. Aunque trato de tenerla muy limpia, pues al principio había muchas cucarachas”.
Saca su lipstick para pintarse la boca, pues, me dice, la siente muy reseca; acto seguido me mira y se ríe a carcajadas –en su momento me reclamó airadamente, en una boda, porque en una columna la critiqué por hacer esto en una mesa y que se veía que nunca había leído el Manual de Carreño– y me dice: “Escríbelo, escribe que no aprendo nada y esto aplica para todo”.
-¿Ya supiste lo del juicio político?
- “Sí, y buscaré que me dejen ir a la Cámara a defenderme, como marca el debido procedimiento”.
Por no dejar:
El delito por el cual se presentó Rosario Robles ante el juez Felipe de Jesús Delgadillo Padierna no ameritaba prisión preventiva, de acuerdo con la reforma al sistema de Justicia de 2008 y el artículo 11 de la Constitución. Se presentó voluntariamente en dos ocasiones y, de los 11 implicados en la Estafa Maestra, es la única que está en la cárcel. De hecho, el juez, en una de las audiencias, le dijo: ‘usted está aquí por culpa de sus abogados’, y ella contestó: ‘pues métalos a ellos’. ¿La presunción de inocencia? ¿Era necesaria la prisión preventiva? ¿No es excesiva?